Opinión | para ti, para mí

Doce campanadas para la Nochevieja

El 31 de diciembre nos invita a susurrar dos palabras: «perdón» y «gracias»

Hoy, contraportada del año viejo 2022, nos disponemos ya a decirle adiós mientras dejamos caer la mirada sobre lo que fueron sus días y sus latidos, sus zozobras y sus esperanzas. El 31 de diciembre, su noche, la más festiva y festejada del año, nos invita a susurrar en lo más profundo de nuestro corazón y con brisa de plegaria, dos palabras: «perdón» y «gracias». Perdón, primero y ante todo, por lo que no hicimos, por los ocultos pecados de omisión, por los propósitos que no cumplimos, por los compromisos que arrinconamos en la pereza y en el olvido, por las obligaciones que exigían esfuerzos y sacrificios, y que dejaron, estamos seguros, un reguero de víctimas anónimas con heridas sangrantes.

Y la segunda palabra se centra en un gracias profundo, no sólo por los dones y beneficios recibidos, sino por tantas miradas de cariño, tantas palabras de consuelo, tantos alientos, tantas ayudas, tantos acompañamientos que nos permitieron seguir caminando sin desfallecer. Sería bueno que encontráramos unos minutos de silencio interior para escuchar esas doce campanadas que anhela nuestro corazón y que nos brindan una serie de personas cualificadas, de profetas en los periódicos, de mensajeros de Dios en la noche. Son las campanadas que resuenan en los pequeños altavoces de nuestras conciencias libres, desde la orilla de la esperanza y la fe. Agotado el proyecto de la modernidad, el cristianismo constituye la única fuerza capaz de superar los peligros de la desesperanza y del vacío existencial, mediante la «civilización del amor».

En la revelación de Jesucristo, en el portal de Belén, donde contemplamos y adoramos al Niño Dios, el ser humano se encuentra a sí mismo como criatura salvada: nunca en soledad, siempre en compañía del Espíritu y en fraternidad con los demás. Primera campanada, la del papa Francisco: «Mirad al Niño, mirad la Estrella. El Niño nos ofrece la salvación, envuelta en la ternura de Dios. La Estrella nos ilumina para caminar sin miedo». Segunda campanada, la del cardenal Robert Sarah: «Al mal hay que mirarlo cara a cara. ¿Por qué tanta corrupción, tanto extravío, tanta perversión?». Tercera campanada, la de César García Magán, secretario de la CEE: «Soy un convencido del diálogo, la negociación y la cooperación». Cuarta campanada, la de Enrique Rojas, psiquiatra: «El mundo necesita líderes. El líder tiene un mensaje atractivo, sabe comunicarlo, es optimista y es coherente con su vida. El líder es la autoridad conseguida por una trayectoria ejemplar».

Quinta campanada, la de Rafael Navarro Valls, catedrático: «La laicidad no puede ser indiferencia o animadversión hacia la religión. Hay que pasar de una «laicidad de combate», a una «laicidad de inteligencia», de «mano extendida». Sexta campanada, la de Pablo D’Ors, sacerdote y escritor: «La espiritualidad va de eso, del amor a los demás». Séptima campanada, la de Pedro G. Cuartango, periodista: «Desgraciadamente, no ha desaparecido la tentación del poder de decirnos cómo tenemos que vivir y cómo tenemos que pensar». Octava campanada, la del padre Moisés Salgado, prior del monasterio de Silos: «El viaje más difícil de nuestra vida es el viaje hacia dentro», «hacia el yo profundo», «hacia mi propia identidad». Novena campanada, la del cardenal Pietro Parolin: «No nos dejemos paralizar por el miedo en esta hora». Décima campanada, la de Andrés Aberasturi, periodista: «De pronto, a veces sin motivo, me siento como un sin techo en este siglo XXI».

Undécima, la de Ángel Moreno, de Buenafuente: «Aprendamos el secreto de Jesús, saberse amado por su Padre celestial». Duodécima campanada, la del presidente de la Conferencia Episcopal Española, cardenal Omella: «Es la hora de los hombres y mujeres de Estado que miran a largo plazo, de los que se atreven a tomar decisiones importantes para asegurar el bien y la prosperidad para las próximas generaciones y no el rédito partidista inmediato». Son doce campanadas que, de una u otra forma, han sido publicadas en libros y periódicos. Merecen un minuto de reflexión y, desde la orilla de la fe, una plegaria que brote del corazón. Brindis universal en esta Nochevieja, que nos ofrecerá un Año nuevo, ojalá, para plantearnos una «vida nueva». O mejor, una «lucha nueva».

* Sacerdote y periodista

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