José María Merino (1941), miembro de la RAE y de muchas otras instituciones, no es conocido, principalmente, por eso, sino por ser uno de los más grandes fabuladores de la literatura contemporánea en lengua española, sobre todo en el género del cuento. Decir Merino es recrear con placer en nuestra imaginación su mundo, en donde destaca lo fantástico y la ficción científica. Pero su riqueza de temas y registros es de tal grado que todavía no ha sido acotado por los muchos estudios de sus relatos.

-Su último libro, ‘Cuentos de la naturaleza’, ¿cómo nace?

-La idea, la estructura y el prólogo pertenecen exclusivamente a la profesora Natalia Álvarez Méndez. Ella tuvo la idea, seleccionó los textos, ordenó las diferentes partes del libro... Podemos decir que yo he puesto los ladrillos, pero que ella ha construido la casa. Claro que cuando me lo propuso, la idea me sedujo. No podía imaginarme que yo hubiera escrito tanta ficción breve sobre la naturaleza y que, además, permitiese un panorama tan extenso, desde perspectivas diferentes... Cuando un autor se encuentra con algo así, la verdad es que se siente reconfortado, al descubrir en la propia obra los muchos significados que puede alcanzar la ficción.

-Es un autor con una gran imaginación, pero, aunque parezca que no se relacionan entre sí la escritura imaginativa y el compromiso, es también un escritor comprometido. ¿Es así?

-¿Por qué la escritura menos realista tiene que estar lejos de eso que llamamos el compromiso? A mi juicio, precisamente, tal tipo de escritura, por muchas de sus perspectivas, digamos simbólicas, puede afrontar muy certeramente lo que llamamos realidad. Ahora mismo pienso en La metamorfosis, de Kafka, tan aguda para manifestar el sentido humano de la soledad y la marginación... O en ciertas estupendas aportaciones distópicas de la ciencia-ficción, que nos advierten de los oscuros derroteros que puede llevar el devenir humano. A la realidad nos podemos aproximar críticamente con muchas miradas. Y no digamos a nuestra relación con la naturaleza, que no se puede decir que, por nuestra parte, sea digna de aplauso, precisamente...

-Leyendo sus cuentos, una se pregunta. ¿Que es la realidad? ¿Existe como la percibimos?

-Con la experiencia que me ha dado la edad, yo pienso que creemos que la realidad es un espacio lógico, sin considerar las infinitas y azarosas combinaciones genéticas que desde hace por lo menos 600 millones de años, desde aquellos seres lejanísimos llamados primeros cordados, han permitido que cada uno de los seres vivos exista, y que nosotros, por ejemplo, seamos mamíferos, de esa peculiar especie llamada homo sapiens, y no cerdos, o perros, o peces, o moscas... A mí me gusta decir que la realidad no necesita ser verosímil. Pero creemos que es algo lógico, y además permitimos que en ella prosperen el hambre, la enfermedad y la miseria de muchos congéneres, y además tratamos a nuestros primos animales con la misma crueldad. Para nosotros, el planeta está resultando un objeto de «usar y tirar». La realidad, la vida, es un producto casual en todos los sentidos, y deberíamos estar en ella en un estado de continua maravilla, considerando lo circunstancial y efímero de nuestra existencia, y creando un entorno lo más feliz posible para todos los seres vivos.

-Muchos de sus cuentos son metáforas de la complejidad del ser, de las facetas de que está compuesto.

-Yo estoy seguro de que, dentro del pensamiento simbólico que nos caracteriza a los seres humanos, la ficción fue el primer instrumento que intentó descifrar lo que era la realidad a la que pertenecíamos y el mundo que nos rodeaba, algo tan incompresible y misterioso. Por mucho que nos empeñemos, no podemos simplificar lo que somos, y esa idea está presente de continuo en mí...

-Un tema que sale mucho en sus cuentos, junto a la naturaleza, es el de la identidad. Y la verdad es que la lectura de muchos de ellos te llevan al absurdo -recuerdo ahora el cuento de «Revelación» o «Selvático profundo»- pues derivan, a veces, hacia la pregunta: ¿quiénes somos los humanos?

-Esa es la cuestión. Ya hay un gran esquema teórico, procedente de muchas fuentes -metafísicas, psicológicas, sociales- que pretende demostrar que somos los «reyes de la creación», perfectamente individualizados, y cada quien con responsabilidades, premios o castigos en cierto trasmundo; pero yo, la verdad, me permito dudar de esas afirmaciones tan rotundas. Creo que somos un primate que, por razones que no conocemos, un día comenzó a tener ese «pensamiento simbólico», y desde entonces, siempre reproduciéndonos mediante combinaciones genéticas tan azarosas estadísticamente que cada uno de nosotros hubiera tenido más probabilidades de no existir que de existir, se encontró viviendo en este lugar y en este momento. Un mero producto de casualidades biológicas...

-Hay cuentos donde los fantasmas y lo irreal es la base del texto. Sin embargo, hay otros donde lo científico se hace presente en la historia. Una amplia variedad de temas. ¿Es consciente de esta extensa y rica temática de sus cuentos?

-La antología recoge 32 años de cuentos, desde 1982 hasta 2018, porque en ella se incluyen algunos inéditos, escritos el año pasado. 32 son muchos años, y a lo largo de ellos he ido abordando aspectos diferentes, tanto en la extensión -cuento y minicuento- como en la perspectiva: lo fantástico, lo simbólico, lo onírico, la ciencia-ficción, lo realista... Me gusta experimentar nuevos planteamientos, tanto técnicos como de contenido, y la verdad es que el cuento propicia una flexibilidad, así material como estética, inigualable en el mundo de lo literario. En tal sentido, estoy muy satisfecho con las diferentes partes en que Natalia Álvarez ha organizado el libro. La primera, «La naturaleza como amenaza y otredad intemporal»; la segunda, «Artificio frente a naturaleza»; la tercera, «Metamorfosis, paisaje con alma, integración en lo natural»; la cuarta, «Conciencia ecológica», y la quinta y última, «Apéndice distópico y realista».

-A veces, entrelazada con la naturaleza está la poesía, una poesía de gran lirismo. Leo ahora el final de un pequeño cuento: «Y sigue recorriendo las restingas, acompañado por el pez de ojos tristes, mientras anochece una y otra vez». ¿Es José María poeta?

-Antes de entrar en la narrativa, escribí poesía, aunque era una poesía que contaba cosas, el camino natural hacia lo que acabaría escribiendo. A mí la poesía me ha enseñado a valorar las palabras de un modo especial. No soy poeta, sino narrador, pero leer poesía sigue gustándome mucho, por su capacidad de suscitar intuiciones misteriosas y de poder concentrar la expresión casi de modo mágico.

-¿Por qué escribe José María Merino?

-Para intentar entender mejor la realidad y entenderme mejor a mí mismo. Y porque no puedo evitarlo: disfruto mucho haciéndolo. Mientras se me ocurran cosas, no dejaré de escribir, aunque no las publique...

-¿Qué significa la literatura para José María Merino?

-El perfeccionamiento de esa ficción que está en nuestra sustancia como homo sapiens. Un artilugio simbólico, mental, materializado mediante la escritura y la imprenta, que nos ha ido explicando cómo somos. Sin la literatura, cada generación tendría que aprender lo que es el amor, el odio, la envidia, el heroísmo, la traición... o para qué sirven los sueños. Porque en la literatura podemos entrar en lo profundo del corazón humano.