Corpus Barga nos dejó un memorable relato del último viaje del poeta Antonio Machado hasta Collioure, la localidad francesa donde murió el 22 de febrero de 1939. Una fecha de la que se acaba de cumplir el ochenta aniversario y que sirve también para conmemorar el exilio español tras la derrota de la Segunda República. En el último tomo de Los pasos contados. Memorias noveladas, cuenta Corpus Barga cómo acompañó desde una masía gerundense hasta Collioure a Machado y su madre, huyendo del avance de las tropas franquistas, así como su hermano José y la mujer de éste. Este escritor y periodista llevó en brazos desde la estación de tren de Collioure hasta el hotel a la madre de Machado, Doña Ana, un gélido día de enero bajo la lluvia. La madre de Machado le preguntó si faltaba poco para llegar a Sevilla. Un mes después murió en aquel hotel tras hacerlo su hijo días antes.

Para Antonio Machado fue su primer y último exilio forzoso. En cambio Corpus Barga (Madrid, 1887-Lima, 1975) tenía varias experiencias anteriores. La primera fue de joven, en 1908, cuando huyó a Buenos Aires para no verse implicado en un atentado anarquista. No sería el primero ni el último refugio obligado porque siempre se consideró un disidente radical de la vida española y sufrió las consecuencias.

Tras su episodio bonaerense, la familia le escondió en la casa familiar, la llamada Casa Grande situada en el pueblo cordobés de Belalcázar donde nació su padre, Félix García de la Barga. Un político que fue brazo derecho de Prim y vicepresidente de las Cortes. A la muerte del padre, el hijo abandonó sus estudios y se dedicó a la escritura y la vida, con ese impulso propio de los jóvenes y cuya motivación varía según cada generación. La de Andrés García de la Barga y Gómez de la Serna (su verdadero nombre) fue la política y al igual que tanto otros de este comienzo de siglo abrazará causas radicales que el paso del tiempo atenuará. Sin embargo, conservará siempre un fondo de rebeldía y solidaridad teñido de un republicanismo ético.

El joven Corpus escapará de su encierro y regresará a Madrid para sumergirse en los ambientes literarios y políticos de su tiempo. No era una tarea complicada, pues cada escritor tenía su tertulia en un café distinto. De todos ellos, con quien tendrá más relación a lo largo de su vida será con Pío Baroja, cuya panadería familiar se encontraba cerca del domicilio de Corpus en Madrid.

La ciudad faro de entonces, París, atrae al joven inquieto, que vive una temporada en Montmartre. La estancia se convierte en residencia tras un intervalo madrileño en el que Corpus Barga debe hacer frente a una denuncia del Ministerio de la Marina por un artículo suyo. Y en 1917 sus crónicas sobre la huelga de Asturias como corresponsal de varios diarios le valieron ser detenido y trasladado a Madrid. De este modo, París será el segundo exilio de Corpus hasta la proclamación de la República en España. Un refugio donde Corpus cambia la literatura, un oficio que no permite comer, por el periodismo, un trabajo que consiente sobrevivir. Pronto se hace un nombre en la prensa hispanoamericana y, entre otros medios, será el corresponsal en París de El Sol madrileño y de La Nación de Buenos Aires.

Con la llegada de la República fija su residencia de nuevo en España. Un periodo fecundo para Corpus, que dirige diversos medios de prensa. Pero este crescendo profesional y personal se verá truncado por la sublevación militar del 18 de julio de 1936. A diferencia de otros intelectuales y periodistas, Corpus no abandonó España durante la guerra. Al principio medió en Francia para la compra de armas para la República. Colaboró en la prensa republicana y participó en el traslado de las obras del Museo del Prado a Ginebra. Intervino en el Primer Congreso de Escritores para Defensa de la Cultura, (París, 1935), y en la organización del II Congreso de Intelectuales Antifascistas, celebrado en Valencia en julio de 1937. Pese a las reiteradas ofertas que le hicieron nunca aceptó cargo alguno.

Tras el final de la guerra regresó a París, donde vivió el primer año de la Segunda Guerra Mundial. Con la capitulación francesa de junio de 1940, se estableció entre Marsella y Niza, que por entonces estaba bajo el régimen colaboracionista del mariscal Petáin. Al final de la guerra mundial se implica a fondo en las actividades del exilio español. Es el momento en que parece que la caída de Franco es posible gracias al apoyo aliado. Se afilia a la Unión de Intelectuales Españoles (UIE) como escritor. Colaborará en diversas publicaciones del exilio republicano hasta 1947, momento en que su vida vuelve a dar un giro inesperado camino de otro exilio. Pero antes se despide con un artículo en la revista Independencia (1946-1947) titulado «Todo un republicano». Corpus Barga se define un español en el destierro que no puede ostentar ningún título de presidente, vicepresidente, vocal, delegado, secretario ni subsecretario de nada. Tampoco pretende pertenecer a tal o cual partido o representar a las verdaderas fuerzas del interior. Sólo es un republicano raso.

Las luchas partidistas y las rencillas personales, tan habituales en la política española, hacen mella en él, a cuyo desencanto se suma la precaria situación económica en que vive su familia, formada por su mujer francesa, Marcelle, y los dos hijos, Ninoche y Andrés.

Acepta una invitación de la Universidad de San Marcos de Lima, en 1948, para dirigir la rama de Periodismo de la Facultad de Comunicaciones. Corpus Barga tiene 61 años cuando emprende esta nueva aventura en la que trabajará hasta jubilarse con 80 años en 1967. Es entonces cuando empezará a escribir sus memorias noveladas, que se sumarán a las primeras obras escritas y en las que habría que distinguir la de corte social de su primera juventud, Clara Babel (1906) y La vida rota (1910), y las vanguardistas de la edad de madurez como Pasión y muerte. Apocalipsis (1930) y La baraja de los desatinos (1948).

Las memorias de Corpus Barga son antiproustianas porque no buscan el tiempo perdido, sino que explican la dificultad de reconocerse a uno mismo en el paso del tiempo y, por lo tanto, hablan de la nostalgia de lo desconocido, o sea, de lo que pudo ser pero no fue. De lo que no escapa es de la mirada del exiliado puesta en lo que se dejó atrás y el deseo de volver, aunque sólo sea para comprobar que la realidad poco tiene que ver con lo imaginado. Corpus Barga viajó dos veces a España. Una a comienzos de los años sesenta, una visita breve y familiar, y otra en 1970, en la que visitó las ruinas de la casa solariega de Belalcázar. Corpus dejó de ser un desconocido entre los jóvenes literatos, algunos de los cuales le frecuentaron en su visita, como Gregorio Coloma, Francisco Umbral o José Miguel Oviedo. Todo ello aceleró la edición de los Pasos Contados, que había tenido muchos impedimentos para ser publicados. En 1974 fue distinguido con el Premio de la Crítica. Los muchos elogios póstumos a su obra demuestran que Corpus Barga, fallecido el 8 de agosto de 1975, puede formar parte de la generación de la Edad de Plata de la literatura española.