Reportaje

Una isla flamenca en El Arenal

La caseta preferia La Teno sirve de refugio y punto de encuentro para los trabajadores que acicalan el recinto, donde comen, beben y descansan al compás de la música

Isabel Teno y su equipo de la caseta preferia La Teno, en El Arenal.

Isabel Teno y su equipo de la caseta preferia La Teno, en El Arenal. / Manuel Murillo

Manuel Á. Larrea

Manuel Á. Larrea

Un cielo de farolillos comienza a colorear la ciudad. Suenan los pasos en la madera que harán repicar pronto las flamencas, los rincones más conocidos de El Arenal empiezan a acicalarse. Huele a Feria. Y esa sensación adquiere realismo a medida que uno camina por la calle del Guadalquivir, levantando el albero con los zapatos. De mitad del camino llega un compás de rumba flamenca. Un repique de dedos sobre la mesa o la chapa sigue el ritmo, un palmeo tras la barra anima el jolgorio. Nadie se anima a cantar pero poco les falta. 

Todavía resuenan ecos de fiestas pasadas cuando Córdoba se encamina a su gran día. El día de la celebración de todos, el día de la Feria de Nuestra Señora de la Salud. Una semana grandiosa de la capital que depende, en gran parte, de los silenciosos -no lo tome en el sentido literal de la palabra- personajes que construyen la fiesta más esperada. Y que viven, además, una Feria muy particular, a su modo, durante los días previos al encendido de las luces en el recinto de El Arenal.

Refugio

Probablemente sea el día más caluroso de los que han tenido que currar. Hasta este lunes, las temperaturas les estaban dando tregua. Ese tiempo lo han aprovechado, desde el pasado 25 de abril, para montar el esqueleto de lo que serán 85 casetas a rebosar de gente en diez días. Suelos, paredes y techados dispuestos, los trabajadores avanzan en el montaje de la Feria a distinto ritmo y con distintas mañas. Este lunes han soportado ya los casi 27 grados que, en los termómetros, ha provocado un sol radiante y, por ratos, atenuado por las nubes dispersas.

Trabajadores del montaje de la Feria de Córdoba comen, beben y descansan en La Teno.

Trabajadores del montaje de la Feria de Córdoba comen, beben y descansan en La Teno. / Manuel Murillo

Latas de bebidas energéticas y paquetes vacíos de tabaco dejan rastro del esfuerzo y del vicio de quienes trabajan incansablemente estos días para acicalar al recinto, bajo el ojo avisor de los caseteros que cuidan sus obras como un preciado tesoro. Cuando se acerca la hora de mayor calor, tras una mañana extenuante, los curritos encuentran refugio en La Teno.

Lugar de encuentro

A algunos quizás les suene extraño, especialmente si han esperado hasta el inicio de la Feria para pasarse por El Arenal. Pero La Teno, una caseta preferia que tiene más de bar que de caseta, sirve comidas y bebidas desde hace días a quienes trabajan en el montaje de la feria y a quienes se acercan para echar una caña. 

La caseta de Isabel Teno, bailaora flamenca y responsable de la instalación, se convierte en lugar de encuentro de caseteros, albañiles, carpinteros, electricistas, pintores y otros currantes que hacen posible que la Feria de Nuestra Señora de la Salud luzca como debe.

Allí, entre cervezas, pinchitos y bocadillos de tres palmos, resuenan las palmas, el repique de los dedos contra la chapa y la madera, la rumba, una algarabía de desconocidos que comparten unos ratos de preferia y un descanso, en la soledad de aquella isla flamenca que tiene el sello de su autora. "Esto es lo mejor que hay, entra solo", dice uno de los clientes, mientras devora un bocata y un tercio. "Hoy se ha notado la calor, ya estos días que quedan van a ser así", comenta su compañero.

Al fondo, la música y las comandas no cesan. Las comidas salen sin parar y el ambiente, a medida que avanza el mediodía, va caldeándose. En la barra o en las mesas, los trabajadores hacen suyo aquel rincón que comienza a ser indispensable y una parte más de la Feria de Córdoba. Y, si no, que les pregunten a ellos.

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