A Segunda, oé, a Segunda, oé. Así finalizó el partido de ayer en Huesca. El grito, tanto de los aficionados como de los jugadores, una vez en el vestuario, era unánime. Al final, entre todos, lo consiguieron. Esa perfecta unión que ha habido ha hecho posible que el Córdoba recupere la categoría de plata dos años después de haberla perdido. Y lo ha hecho, de nuevo, de la mano de Pepe Escalante, que ya sabe, por partida doble, lo que es ascender.

Todo un año de sacrificio que se saldó de manera extraordinaria en Huesca. El resultado de empate a uno es lo de menos. Lo importante es que el Córdoba ha conseguido el objetivo que se marcó allá por el mes de junio.

Todo premio requiere un sacrifico. Y eso lo ha sabido el Córdoba desde que se metió en las eliminatorias de ascenso. Sufrió ante el Pontevedra y lo hizo ayer en Huesca. Y ha salido airoso porque ha tenido fe en sus posibilidades y ha hecho grupo cuando la situación lo requería. De otra manera no hubiera sido posible. Ahora toca disfrutar y pensar en la próxima campaña, en la que, pese al enorme éxito, se han producido situaciones que no deberán repetirse.

Pero todo tiene un fin, y ese hay que buscarlo en el estadio El Alcoraz. La ventaja de los blanquiverdes en el encuentro de ida les hizo viajar con cierta tranquilidad. Pero los blanquiverdes no eran ajenos a que el Huesca lo iba a dar todo. Y vaya sí lo hizo.

Desde le primer momento salió en tromba. Buscaba el gol que les metiera en la eliminatoria, pensando que eso pondría nerviosos a los blanquiverdes.

MAXIMA TENSION El miedo del Córdoba era ese, encajar un gol en los primeros minutos. Una cosa es lo que se quiere y otra lo que ocurre. Para poner la eliminatoria al rojo vivo, el Huesca se aprovechó de un error defensivo para adelantarse y ponerse a un tanto de empatar la eliminatoria.

Un tiro de Arteaga en buena posición pudo volver las cosas a su cauce, pero el hábil sevillano lo echó fuera cuando tenía serias opciones de hacerlo dentro. El ánimo de los locales se puso por las nubes. Era lógico. Veían cada vez más cerca la posibilidad de estar en Segunda División. Pero no contaban con la experiencia y saber estar en el campo un Córdoba que no perdía los papeles y que, incluso, comenzaba a dar muestra del potencial que lleva dentro.

SENTENCIA Parecía que el Córdoba se iba a retirar al descanso perdiendo por la mínima. Sin embargo no fue así. A falta de un minuto para el final, un remate de Julio Pineda fue despejado con la mano por el local Sorribas cuando el balón entraba. El árbitro no lo vio, pero la insistencia de los cordobesistasacia le hizo que fuera a consultar con su ayudante. Pitó el correspondiente, y clarísimo, penalti y expulsó al jugador del Huesca.

Desde que el árbitro señaló el penalti hasta que se lanzó pasaron cuatro interminables minutos. Primero se marchó del campo Camacho, en un intento de confundir al colegiado, pero este no cayó en la trampa y acabó expulsando a Sorribas, que fue el infractor.

Todo este teatro no hizo sino poner aún más nervioso a Dani, el encargado de ejecutar la pena máxima. Sus pulsaciones deberían estar a mil porque lo lanzó de manera horrorosa. Afortunadamente, el guardameta Falcón tampoco acertó y vio como el balón, mansamente, pasaba por debajo de su cuerpo.

El empate a uno le daba ya prácticamente el ascenso al Córdoba. Ahora, el Huesca tenía que marcar tres goles, empresa harto difícil, máxime cuando enfrente tenía un equipo que se había recompuesto y que, en superioridad numérica, se hizo con el control del juego y del partido.

El Huesca, viendo que lo tenía todo perdido, lo siguió intentando pero al mismo tiempo sacó acciones extradeportivas. Menos mal que la cosa no llegó a mayores por la sencilla razón de que los blanquiverdes no entraron nunca al trapo .

El Córdoba se hizo fuerte atrás y dio muestras de un buen contraataque. Arteaga, primero, mandó un balón al poste; Pineda, incomprensiblemente, lo mandó alto con toda la puerta para él, y Dani volvió a lanzar mal un penalti. En esta ocasión lo rechazó el meta Falcón. Fueron acciones puntuales que pudieron matar la eliminatoria. No fue así y hubo que luchar hasta el final.

El cúlmen llegó con el pitido final. Se descargaron las emociones y se echaron fuera los nervios. De verdad que daba gusto ver la celebración de los jugadores. Habían puesto el colofón a una temporada con el ansiado ascenso de categoría.

Los jugadores quisieron compartir el ascenso con todo el mundo. Fue la apoteosis de una temporada muy dura pero que al final han encontrado el premio que se propusieron: ser de Segunda A