ENTREVISTA | Pedro Casablanc Actor

“Desde los escenarios, lo que tenemos que hacer es seguir haciendo el teatro que quieren censurar”

El actor cierra esta noche la Feria de Palma con la obra 'Don Ramón María del Valle-Inclán'

Pedro Casablanc y el monóculo de Gómez de la Serna, un elemento básico del monólogo.

Pedro Casablanc y el monóculo de Gómez de la Serna, un elemento básico del monólogo. / JOSÉ LUIS ROCA

T.E.

Pedro Casablanc presenta esta noche en la Feria de Palma Don Ramón María del Valle-Inclán, estreno en Andalucía, una obra de Xavier Albertí en la que además de actuar canta. El espectáculo es una producción de Bravo Teatro en coproducción con el Teatro Español. Con este montaje, un pasacalles y un concierto de Gata Brass Band se clausura esta noche la 40ª Feria de Palma, Feria de Artes Escénicas de Andalucía.

Vuelve a la Feria de Palma en su 40 aniversario ¿Tiene buenos recuerdos de ella?

La verdad es que he venido muchas veces. Tuve un premio a la mejor dirección por una Carmela para la compañía de Manuel Monteagudo, hice un espectáculo con la compañía de Gloria López, El tren del holandés, que también se llevó algún premio, y traje otros dos espectáculo míos que no se llevaron ningún premio, solo se llevaron palos y estuvieron a punto de peligrar toda la gira: una Antígona y otra función María Alfonso Alonso. Para mí ha sido siempre un gusto venir aquí, a pesar de los sinsabores y las sensaciones agridulces.

Eso forma parte de la vida escénica

Sí, lo que ocurre es que hay proyectos en los que tú tienes más confianza o ilusión, o crees que has puesto mucho de tu parte y luego resulta que no es un proyecto que llegue, que guste, y eso se valora mucho en las ferias donde los distribuidores tienen que apreciar tu producto y venderlo o comprarlo.

Eso no parece que haya ocurrido con este ‘Don Ramón María del Valle-Inclán’, que ha cosechado muchos parabienes y aplausos

Sí, vengo con el ego muy acariciado y sobre todo llego con mucho teatro a cuestas y sé que es un espectáculo que va a gustar, que ya está refrendado por el público de Madrid, por la crítica y por algún premio. Me hace mucha ilusión representarlo en el Coliseo de Palma y ver cómo es la reacción del público porque es la segunda función que hago fuera de Madrid y me hace especial ilusión estrenarlo en Andalucía, ver cómo llega esta conferencia sobre Valle-Inclán, porque no es un espectáculo de Valle-Inclán, sino sobre Valle-Inclán. No paro de informarme de él, porque cuanto más sé de él, más lo disfruto, más disfruto haciendo el espectáculo.

La obra entrecruza las biografías y obras, las voces de Valle-Inclán y Gómez de la Serna. ¿Quién es más personaje de los dos?

Creo que Valle-Inclán. Se encargó de hacer una máscara y un persona de sí mismo con razón. Era un tipo muy inteligente pero se empeñó en hacer una especie de leyenda, de hacer un personaje misterioso, que se escondía, que cuando estaba en público estaba prácticamente actuando. Unamuno dijo de él que no sabía si era mejor actor que autor. En su momento, no fue muy bien aceptado su teatro ni su literatura, aunque tuvo algunos éxitos. Pero para él su gran frustración era no haber conseguido éxito en el teatro, como otros más mediocres, que lo siguen siendo porque no se les representa tanto como Echegaray o Galdón, y que, sin embargo, tenían un gran éxito. Era un grandísimo personaje, que se metía con cualquiera, que se metía en política, que firmaba manifiestos a favor de la libertad, a favor del feminismo, siendo, por otro lado, y de manera paradójica, muy conservador, carlista, que quería ser aristócrata, pero es un tipo de personajes que a mí me fascina y que ya no hay. Gómez de la Serna también era un tipo peculiar, que se miraba mucho al ombligo, que estaba muy satisfecho de sí mismo, le gustaba mucho su barroquismo, su locuacidad. Era un showman, le gustaba hacer espectáculos en el Circo Price, cada vez que daba una conferencia a lo mejor lo hacía subido en un elefante o en un trapecio, tenía mucho ingenio para inventar, pero no tenía esa capacidad crítica. Valle-Inclán murió en el 36 y, como dice De la Serna, no tuvo tiempo de asistir al esperpento final. Gómez de la Serna, aunque se exilió, no fue un tipo especialmente comprometido con la política, ni de denuncia, era un juguetón de la lengua.

Desde los escenarios, lo que tenemos que hacer es seguir haciendo el teatro que quieren censurar

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Son vidas cruzadas las de ambos personajes ¿Cómo se cruza en el camino con ellos Pedro Casablanc?

No sabemos muy bien qué relación tenía Gómez de la Serna con Valle-Inclán. Parece ser que lo conoció, pero él habla en la biografía que escribió, sobre la que Albertí ha hecho este espectáculo, como si se vieran todos los días, como si se tuvieran mucha confianza, pero parece ser que no fue tan así. Él era mucho más joven, admiraba al maestro y a lo mejor asistió a sus tertulias y sabía muchas cosas de él, pero muchas las inventó. De hecho, algunas cosas que digo yo en la función son un poquito leyenda, inventado y teatral. ¿Cómo me cruzo yo? Porque un día me llama Xavier Albertí y me dice que quiere hacer este espectáculo. Uno de los primeros espectáculo que hice fue con el Centro Andaluz de Teatro en Sevilla que era Valle por tres, que era el Retablo de Valle-Inclán: Ligazón, La cabeza del Bautista y La rosa de papel. Yo hice el afilador de Ligazón con 25 años y, a partir de ahí, he hecho mucho Valle-Inclán. Volví a repetir en La Abadía el Retablo con otros personajes. He hecho, Tirano Banderas’, las Comedias bárbaras, he dirigido un corto con una obrita de Valle-Inclán y me gustaría seguir haciendo otros porque es un autor que, aunque se ha hecho en cine, creo que tiene muchas posibilidades. Y en cuanto Albertí me propuso esto y yo conocía la originalidad con la que plantea los espectáculos, le dije que sí inmediatamente, con la condición de que yo quería cantar que era de las pocas cosas que no había hecho en escena todavía, me apunto.

¿Se siente igual de seguro cantando que actuando?

Sí, es un juego, un divertimento.

¿Qué admira de Valle-Inclán?

Todo. Como autor, su forma de escribir, su poética, su literatura, su reinvención del lenguaje, su creatividad, su crítica social. Estoy leyendo el Ruedo ibérico, que es de las pocas cosas que no había leído todavía, que es una crítica social y política sobre el reinado de Isabel II que es brutal. Y tiene para mi algo de James Joyce, esa cosa celta, esa cosa de las nieblas del norte, ese barroquismo muy inteligente y clarividente. Admiro muchísimo su obra y también su poesía, incluso sus sonatas. Y admiro su compromiso político y social, que no se callaba ante nada, era un activista. Fue a abuchear a Margarita Xirgu en la interpretación de una obra suya y lo llevaron a comisaría. Y le pasó varias veces. Ese teatro complaciente, que todo nos gusta, que todos somos amigos de todos, que le damos un premio al mismo todos los años, pues él era el que rompía con todo esto y me fascina esa capacidad.

El público en pie ha aplaudido cada función de este montaje. ¿Con los años, esa ovación noche tras noche qué sentimientos le provocan, le emociona, le impone…?

Es de agradecer, me alegro mucho, pero los productores se alegran más. Para eso lo hacemos y cuando eso ocurre es de agradecer.

¿Alimenta el ego o se lo toma con cierta distancia después de tantos años?

Hay actores y actores. Yo el ego lo tengo más que alimentado. Cumplí este año 60 años y estoy muy feliz haciendo lo que hago, me encanta hacerlo y agradezco muchísimo los aplausos, pero no creo que sea lo más importante. Porque si no has hecho un buen trabajo y el público se pone en pie y te aplaude, yo no salgo contento de la función. Salgo contento si la función está bien hecha, si todo ha estado en su sitio y yo he estado como tenía que estar. Pero no siempre el aplauso es síntoma de que el que esté ahí sea bueno. Ya lo decía Lope de Vega: si el sabio no aplaude malo, si el necio aplaude, peor.

Estamos viviendo tiempos convulsos, cercanos ya al esperpento, por los casos de censura que se están produciendo en el teatro. ¿A lo largo de su carrera lo ha vivido? ¿Cree que es un momento inédito?

Este momento es cíclico, vuelve, lo que pasa es que cuando vuelve, vuelve peor, es como un efecto rebote en el que la derecha regresa con más fuerza o con menos vergüenza. Yo he hecho un espectáculo que tuvo mucho éxito, que fue el juicio de Bárcenas y el juez Ruz, hicimos una película, y hubo una cierta censura con eso, incluso por parte de la administración que había en ese momento. Incluso en el Festival de San Sebastián nos censuraron la película, pero era más comprensible porque era una denuncia muy clara de algo que está ocurriendo en ese momento. Pero censurar Orlando de Virgina Wolf o lo que se está censurando, tenemos la obligación el mundo de la cultura de seguir adelante y que esto no ocurra. Por mucho manifiesto, por mucho que afirmemos que la cultura es democracia, yo insisto en que hay que ir a votar, no nos podemos quedar pensando que va a ocurrir un milagro.

¿Cómo revertir esta situación desde los escenarios?

No confío mucho en el efecto que pueda tener la movilización en redes sociales, desde los escenarios lo que tenemos que hacer es seguir haciendo el teatro que quieren censurar. Hay que hacer a Lorca, hay que hacer a Valle-Inclán, a Orlando de Virgina Wolf y todo el teatro trans que se pueda.