Estreno de 'Lorca por Saura'

India Martínez conquista al Gran Teatro en su papel de Lorca

El público cordobés vibra con el espectáculo multidisciplinar del fallecido Carlos Saura para ahondar en la vida del poeta granadino y con el debut de la cordobesa

Manuel Á. Larrea

Manuel Á. Larrea

El público del Gran Teatro se ha hecho uno, reflejo de la luz de Lorca en una expresión artística que, gracias al ingenio de Carlos Saura y a la dramaturgia de Natalio Grueso, sobre las tablas ha conquistado a un teatro abarrotado. Esta vez, Lorca por Saura ha podido disfrutarse en la ciudad de una protagonista muy especial. 

India Martínez, en su estreno como actriz, pone voz al poeta granadino y ha estremecido este sábado a los espectadores desde el primer instante en que, sobre el escenario, ha alzado la voz para expresar la inigualable sensibilidad de Federico García Lorca y dar a la música, al cante jondo, el lugar que se merece, que Saura considera que merece. Y, para ello, la cantante cordobesa -ya se encargó el maestro de reafirmarlo antes de su muerte- es la persona idónea. Queda demostrado. Y Córdoba ha sabido verlo, como también ha respondido a los guiños de la cantante a su tierra.

Teatro sin límites

La obra -el espectáculo, mejor dicho- sale de los límites del teatro, si alguna vez los tuvo, para rehuir cualquier definición que no sea "arte". Porque, durante el transcurso de su puesto en escena, Lorca por Saura combina cine, música, pintura, danza y fotografía, huella única de su creador.

El elenco, que lo completan Alberto Amarilla, interpretando indistintamente a los amigos del poeta (Buñuel, Dalí, Gardel y Falla, entre otros), y Saturna Barrio, en el papel de las mujeres de la vida de Lorca. Una vida que la obra recorre de principio a fin, mostrando el lado más humano y brillante de una existencia que, un trágico final, tiñó de tragedia. El alma del piano de Antonio Bejarano se hace indispensable.

El rojo con el que India Martínez, vestida de capa, inunda el escenario es el color de ese final que, para nada, hace virar el espectáculo a la desdicha. Por el contrario, hasta en la pena sabe la cantante desenvolverse para dejar buena fe de la esencia y pureza de Federico García Lorca

De Granada a Nueva York

De Granada a Nueva York, el patio de butacas ha recorrido las ciudades que vieron los ojos de Lorca, desde la taciturna urbe norteamericana a la cosmopolita Buenos Aires. En La Habana ha latido con ritmos caribeños y con una alegría inevitable. Y, de vuelta, a Granada, ha llorado la muerte del poeta.

Antes, en el mismo lugar, en Fuente Vaqueros, un pueblo de la Vega de Granada, comenzó a adentrarse en la ensoñación de un joven que, en soledad, se nutre del campo, de las letras, del teatro y, sobre todo, de la música antes de emprender su vuelo artístico a Madrid. En la residencia de estudiantes conoce a amigos y referentes. Allí, el público ha disfrutado de la relación del joven Lorca con Buñuel y Dalí.

Fundidos a color y fotografías históricas de la España más cruda han sumado realismo y ambiente a la actuación. Saura enaltece como nadie el flamenco, pero, sobre todo, el cante jondo. Los versos de Lorca, su visión y otros textos incorporados rinden honor a la poesía, mientras los personajes reflexionan sobre la importancia de la lírica y del teatro ya no solo para una persona, para un país entero. Una oda del maestro aragonés al arte.

Doble homenaje

De esta forma, el Gran Teatro ha vivido momentos emotivos, ha sido palmero y coro de interpretaciones como el Verde que te quiero verde, ha enmudecido con la España más cruel, ha vibrado con el quejío de una época e, incluso, se ha vaciado en carcajadas.

La obra ofrece de todo al espectador, en una interacción constante para que el teatro se mueva en una misma dirección, de la mano de sublimes intérpretes que saben trasladar la magia que Saura quiso dar a esta obra. Su puesta en escena, sin duda, es un merecido honor a Lorca y a la trayectoria del fallecido maestro Carlos Saura.