CRÍTICA TEATRAL

Tiempo amarillo y de cuchillo

"Comicidad de primeros planos, hábil entre las palabras de caparazón exacto y de sentido interno que disiente en el estado de cosas"

Una escena de la obra 'Muerto en el acto', este sábado, en el Teatro Góngora.

Una escena de la obra 'Muerto en el acto', este sábado, en el Teatro Góngora. / Manuel Murillo

Vida en su proyección y telón corrido por sus hilos. Un muerto ilustrado y una escena que se inicia desde el patio de butacas. Globos y oculares, todas somos personajes-testigo de este plano de ficción, metaléptico en el acto. Carne y cartoon. Este teatro, que entra y sale de su propia escena, es superficie fragmentada, de parodia y deformación: caricatura de un tiempo de retrato anquilosado. ‘Un carnívoro cuchillo, de ala dulce y homicida’, se ha representado en su doblez, doblado y derivado de su propia raíz sobre el escenario del Teatro Góngora. Dirigido y protagonizado por el gran actor cordobés Juan Carlos Villanueva Melero, Muerto en el acto es una creación de Jaime Pujol y Diego Braguinsky. Creación de recreo, recreación de Desatino Producciones de una nostalgia que reconforta a quien ha vivido los discursos cómicos de los autores Enrique Jardiel Poncela, Pedro Muñoz Seca y Carlos Arniches

Comicidad de primeros planos, hábil entre las palabras de caparazón exacto y de sentido interno que disiente en el estado de cosas. Una Filo y un filo, un papel y una nota, un móvil y un motivo. Parejas que se abrazan sobre la escena diseñada por Miguel Ángel Ramos. Así, la dilogía es la figura que fulgura, a la que se la llama y siempre acude, única presente en el escenario de Muerto en el acto todas las veces. Entre las palabras y las cosas, los sonidos, y no Foucault, colapsan la dicción para evocar este tropo con otro, la metalepsis, en los intersticios musicales compuestos por el cordobés Miguel Linares. 

Cuando la realidad fue diégesis desde el comienzo, un cuerpo surge de otros, y, consciente de este juego de repetición, sabe que es doblado. Juan Carlos Villanueva es el Inspector Mercadal y el Muerto, quien encarna a Segundo, Numeriano y a El Cliente; Marisol Membrillo es Regi y Filo, que interpretan a su vez a otras figuras del metateatro: La Criada, Florita, Alejandra y La Dependienta. Por su parte, el actor Alejandro Villanueva es el Subinspector Marino y Alonso Alonso, quien a su vez es Sixto, Valentín y el Dependiente. Lo visto frente a lo dicho, las imágenes contra las palabras. Ellxs ven los hilos, escuchan los violines de fondo y reclaman a lxs testigos que crean lo que capten sus globos oculares. Evidencias dobles y desdobladas por ser vistas, rayo de metal crispado.

Fulgentemente caído, Muerto en el acto quiere dar con el culpable. Lo hará en los últimos minutos, en la única secuencia que no se encarna, sino que se proyecta. Los gestos, las palabras, los cuerpos y las imágenes-recuerdo intercaladas en el discurso presente no han resuelto el caso. Efectivamente, ‘la crítica es absurda e innecesaria’ para toda flor de telarañas. Ay, Muerto en el Acto, poesía que se culpa al disculparse. Éxtasis de un encuadre de culpas. Responsabilidad que no se piensa hoy, porque estamos en un espectáculo gracioso consumado ya, de humor que vuela y se disipa. Nada ha pasado, curiosamente. Ni un nuevo sentido se ha creado. Fin del teatro, objetivo y muerte. Rememorar, bajo forma de homenaje, un tiempo amarillo sin mirada actual es un signo de advertencia, pues este bello arte no puede repetirse en círculo sin deformarse hasta caer en un foso de olvido. ¿Culpa de quién? ¿De quien representa cómodamente y sin denuncia un discurso intertextual de pretexto y posguerra, o de quien ha disfrutado y reído, desde el patio de butacas, la comedia más fina, esa en la que risa proviene de los chistes de ‘no me mires las tetas, que estoy más arriba’, o de la incomprensión de un habla tartamuda, derivación literaria de la tartamudez de una comicidad vacía? Culpables unxs y otrxs, ambos entonces, si se entra en esta lógica dramática de sentido doblado reiteradas veces. ‘Franco ha muerto’, sí, esta noche y ‘otra vez’—dice la figura. ‘Sigue, pues, sigue cuchillo, | volando, hiriendo. Algún día | se pondrá el tiempo amarillo | sobre mi fotografía.’—Miguel Hernández.

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