POESÍA

Desvelar una verdad

Manuel Gahete reúne 32 poemas en ‘Epifanía’, su última publicación

Manuel Gahete, en una imagen reciente.

Manuel Gahete, en una imagen reciente. / Patricia Cachinero

Hacía algún tiempo que el gran poeta Manuel Gahete estaba ausente de la publicación de un texto poético, aunque sabemos que su actividad lírica es continua como ahora se cerciora con ‘Epifanía’, un profundo y hermoso libro de poesía que reúne treinta y dos poemas estructurados equilibradamente en catorce poemas en cada uno de sus tres apartados: ‘Del pecado y la Virtud’, ‘Sobre un río de fuego’ y ‘Lo que queda de la nada’.

La revelación o el desvelamiento de una verdad, la manifestación o aparición es la epifanía, también la festividad de la adoración de los Reyes Magos. Si bien creemos profundamente en el primer sentido, no descartamos el último por lo que de regalo puede ser este volumen que está escrito con el rigor, la erudición y la gnosis formal habitual en la obra de Gahete.

Durante mucho tiempo se sostuvo esa dicotomía saussiriana de significante y significado sin percibir que no hay una realidad disociativa entre ambos. El significado no es solo eso que se ha metido en la materia física constitutiva del lenguaje, ya que el mismo significante es el significado. En mi tesis hablaba en su momento de la retórica de lo significado y de gramática de lo significado. Pues bien, todo ello para indicar que la importancia de la construcción formal, la relevancia de la palabra poética, su cuidado y esmero, en la obra de Gahete es determinante. Lo primero que puede llamar la atención es el léxico de uso poco común: berilo, cadente, consuetud, médanos, copher, ínsito, langores, máncer, secuoya… Pero acto seguido observamos una especial predilección por un lenguaje muy elaborado técnicamente donde la presencia de la simbología, las metáforas, las anfibologías, las antítesis, los símiles… buscan ahondar en la expresividad del concepto poético y elevan el lenguaje, lo esencializan y le dan una dimensión personal que manifiesta su estilo: el precisar con la palabra poética el sentido de la inefabilidad.

«La relevancia de la palabra poética, su cuidado y esmero, en la obra de Gahete es determinante»

Gahete siempre ha perseguido esa sonoridad relevante: «porque líquidas voces acucian mis oídos/ donde duros halcones abren surcos de nieve», o bien, «un dios can vagabundo lamerá tus quimeras/ de negror y langores, de frialdad y beleños». Esto magnifica una obra cuyo relevante formal en la mejor tradición de la poesía manierista cordobesa está presente tanto como en la veta culturalista que crea una dimensión artística singular.

En la primera parte, ‘Del pecado y la virtud’, presenta una serie de poemas centrados en los pecados capitales como la soberbia, la lujuria, la ira… , junto a algunas virtudes celestiales como caridad, templanza…, a los que la naturaleza humana está inclinada como decía Tomás de Aquino, que cita, junto a Da Vinci para revelar el gobierno sobre sí de cada uno. Poemas donde se establece un recurso dialógico en el que el yo poético va descubriendo un mundo de sensaciones, va definiéndose ante a ese vocativo en el que el amor es lo más relevante: «Si me amas –dirá- y pretendes resurgir de la noche», o bien, «ciego, inefable cráter de tu vientre/ que se enardece vivo, sólo al fuego/ en mi clamor de noche y armonía». Hay un ser sufriente, que ama, que padece, que hace examen de conciencia, que se autoflagela, que crece desbordante en la pasión o en el comedimiento y que muestra su faceta vital en ebullición amorosa: «Me urge tu regreso, mendigo de tu vientre,/ del agua que tú quieras verter sobre mis labios,/ de la luz que guarezca las sombras de mi alma».

En la segunda parte, «Sobre un río de fuego», diversifica poemas dedicados a la tierra, a los hijos y a expresar el paso del tiempo, sus ajustes con la memoria a través de un lenguaje más directo y confesional que se decanta por un pesimismo consciente, y no menor desencanto: «Ya solo me consuela escribir tristes versos./ Yo creía en los hombres pero es cosa de antaño». Surgen «los cañaverales de la angustia», «los abismos profundos», «los tremedales oscuros», «y la pena rastrea el tiempo roto./ la memoria del hambre en el espíritu». Es el poeta de la duda que nada espera ya, aunque por momentos su espíritu siempre combativo y esperanzado le haga decir: “este amor por la vida (…)/ siempre puso en mi boca el aliento de un salmo». En la tercera parte, «Lo que queda de la nada», realiza un recorrido vital por lo confesional desde la fotografía que ofrece en ‘Daguerrotipo’, donde se define a sí mismo en su multiplicidad: «hiriente en la tierra, / el dolor, mi sueño infame», «me salvaron las palabras», «y nunca quise ser otro», «extrañamente bueno», «un rastro de amor y fuego,/que no sé de donde nace/ pero germina en mi pecho». Hay una exaltación de lo que nos hace profundamente humanos en su máxima dimensión: el amor, los sueños, la fidelidad a sí mismo, el arrojo, la trascendencia de la palabra poética… perfectamente construido en el poema ‘De lo que me gusta hablar’: «De cada hombre que invoca la libertad, con los puños, las voces y los dientes». Y que nos habla de esa humanidad solidaria recobrada, de un profundo discurso cívico.

‘Epifanía’.

Autor: Manuel Gahete.

Editorial: Detorres Editores. Córdoba, 2023

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