singularidades y no

Poetas malditos

En la poesía española no hay escritores de este tipo hoy

Charles Baudelaire. | CÓRDOBA

Charles Baudelaire. | CÓRDOBA / Francisco Gálvez

Por comenzar por el primer escalón posible, el Arcipreste de Hita solamente fue un clérigo rebelde. Es sabido que el poeta maldito entre los malditos es Charles Baudelaire, Verlaine tomó prestado el término para su libro de ensayo ‘Los poetas malditos’ (1884 y 1888), y desde entonces tenemos dicho concepto sobre la mesa.

En la poesía de hoy no es tiempo para este viaje, cada cosa tiene su hora, pero los que ya existen de otros períodos son una parte ¿perdida?, en el relieve poético de una generación, y de la que hablamos es muy reciente y actual: los «últimos poetas españoles así considerados pertenecen a la poesía de los setenta». Hay nombres oficiales y bien reconocidos, tal vez esto colisiona un poco con algunos calificados como tales, otros en realidad no lo han sido del todo. Los hay que lo fueron durante un tiempo y ahora ya no lo son, al margen de los modelos convenidos de la crítica del momento.

Entre los señalados Rafael Feo, Pedro Casariego Córdoba, Aliocha Coll, Eduardo Hervás o Félix Francisco Casanova. Célebres como Leopoldo María Panero, siempre tuvo las puertas abiertas de principales editoriales y también ha sido objeto de atención de la crítica y veneración poética. Otros menos como Eduardo Haro Ibars, el «maldecido», como el mismo autor afirmaba. También Javier Egea que, en cierta manera, estaba en el olvido y la mano de Manuel Rico lo rescató para la literatura. Otro es Fernando Merlo, por su escritura rupturista, desnuda y desmedida hubiera roto, tal vez, ¿quién lo sabe?, algunas premisas establecidas.

Y una curiosa historia, un último y raro caso, desconocido y desaparecido, Manuel María Villar y Gil (Córdoba, 1953), con quince años se autopublicó ‘Luz negra’, en una modesta edición cordobesa. Fue accésit con ‘Noches con Greta Garbo’ del Premio García Lorca de la Universidad de Granada en 1972, libro éste que Ginés Liébana estaba muy interesado en leer, insistía en que se lo fotocopiara, hoy lo haría con gusto una vez encontrado el ejemplar perdido en mi biblioteca.

También recuerdo las palabras de Pablo García Baena, que una vez dijo: «Quiénes son los poetas malditos, sino los olvidados», en otra definición sobre el tema. Sobre los no reconocidos ni leídos y sus nombres fantasmas, ¿son estos, verdaderamente, de los que hablamos? También se suele decir que quien ya es considerado «canon literario» no lo es, al formar parte de lo establecido y sonoro. En este sentido, los más pueden ser Eduardo Hervás, Eduardo Haro Ibars y Fernando Merlo, más que Leopoldo María Panero y Javier Egea, y ya puestos a apurar el vaso, el más auténtico y real de todos ellos Manuel María Villar y Gil, al margen de otras valoraciones.

En estos tiempos ser un maldito puede ser suicida, rodeados como estamos por las trampas del poder institucional y político, premios y editoriales. ¿Quién se atreve...? Hay preguntas que, a veces, pueden ser perversas.

Suscríbete para seguir leyendo