La Filosofía nos enseña a tener criterio propio, a no dejarnos engañar por los cantos de sirena de unos y otros. Este bello ideal desde la Ilustración está cediendo progresivamente terreno al razonamiento emocional que nos lleva inexorablemente a un nihilismo epistemológico y a una quiebra de la racionalidad. Darío Villanueva, que fue director de la RAE, docente en Santiago y en universidades norteamericanas, promete corregir los aspectos que nos han llevado a esta situación en su reciente obra Morderse la lengua, que tiene como subtítulo dos temas de una gran actualidad: la corrección política y la postverdad. Quien escribe es un profesor de Filología en el ejercicio de su soberana libertad de hispanohablante. Morderse la lengua es una expresión que coloquialmente nos obliga con violencia al enfado y la desgana, a cerrar la boca. La corrección política implica, por su parte, una nueva forma de censura que deriva la expresión hablada hacia circunloquios, mientras la postverdad, no es sino la mentira de toda la vida, nos aleja del «contrato de veracidad» entre emisor y receptor.

El problema de la verdad es tan antiguo como la humanidad. No obstante, adquiere nuevas y preocupantes dimensiones en la era postmoderna que vivimos, con su invención de la llamada «realidad virtual».

Anuncia que estos dos asuntos tienen una incidencia en la vida social y política de este nuevo milenio. Una y otra no pueden entenderse sin indagar en sus orígenes universitarios, en el sustrato filosófico en el que se sustentan ambas. Ese es el objetivo principal de esta erudita y apasionante obra, siendo un ensayo complejo y veraz.

El miedo a expresarse en libertad, avisando silencio y amenazando miedo comienza en la vida universitaria norteamericana con el triunfo intelectual en los campus de la llamada French Theory de los Derrida y compañía, gurús franceses del «pensamiento débil», cuya hegemonía suponía una renuncia a la búsqueda de la verdad, a la crítica y a la responsabilidad ética. Estos santones son los culpables de tal mutación pseudo intelectual, de que no podamos hablar de todo en cualquier circunstancia.

Por el contrario, George Steiner, desde un humanismo clásico, se enfrentó al empacho deconstructor del «brujo» Derrid, por lo que hay que dejar de comulgar con ruedas de molino y a tener derecho a pensar lo impensable en la mejor vertiente volteriana.

Los profesores universitarios, aquí y allí, no deben olvidarse de la libertad de cátedra, ni aceptar la «cultura de la cancelación» que nos obligaría a abolir, derogar o borrar toda memoria crítica en las aulas. No aceptando los «códigos de habla» impuestas por las autoridades académicas anglosajonas para así no ofender a nadie, que nos conduciría a una «cultura del victimismo» (la víctima es el héroe de nuestro tiempo) y lo que denominan «espacios seguros» en los campus, que nunca pueden y deben serlo.

La Universidad no puede ser eso, con estudiantes protegidos y consentidos. Si el lenguaje en las aulas puede causar daño en el alma cándida del alumnado, mejor que cojan su osito de peluche y se vayan a casa. Esa Universidad refugio o burbuja tiene el peligro de censurar todo lo molesto u ofensivo, lo que produciría nefastas distorsiones cognitivas y un exceso de emociones sensibleras sin juicio. Ese pretendido culto exacerbado a la emoción, al sentimiento sin guía de la razón, base de la democracia, supone una quiebra de la racionalidad y del uso público de nuestra inteligencia.

Una derrota del pensamiento en una sociedad finalmente convertida en adolescente; por el contrario, hay que convocar a los demás a la razón frente a los profetas de la falsa modernidad. Se trata de defender una ilustración contra todo sentimentalismo tóxico. Vivir en una comunidad de realidades, de ciudadanos razonables, buscadores de verdad frente a los demagogos, contra los agoreros de la muerte de la ciencia, abogando por el regreso del conocimiento sólido y preciso frente a los bulos, patrañas y fantasmagorías. Darío Villanueva, busca en esta obra un enfoque multidisciplinar, alejado de las torres de marfil de los campus. Intentando comprender estos dos síntomas epocales, directamente conectados con la evolución de la sociedad, la política y la tecnología, también con la filosofía y las ciencias, con las ideologías en el tránsito entre dos siglos.

Este brillante ensayo es una carrera de obstáculos de vallas olímpicas, según confiesa el autor, salpicado de notas a pie de pagina, tras consultar una tupida selva bibliográfica en torno a temas como la neolengua, la mente cautiva, la neoinquisición, la verdad de la tribu, el camino de civilización, la cultura de la queja, las manipulaciones del lenguaje, la veracidad, la deconstrucción, la transmodernidad o el poder de los idiotas. Mediante esta obra pretende la erradicación censorial de las palabras impuesta por ciertos sectores de la sociedad civil, mediante el instrumento coercitivo de la corrección política. Como una obsesión personal, quizás. La estupidez humana, declara Villanueva a modo de conclusión, en esta modernidad líquida da poder a los idiotas, a los que hay que combatir desde la razón, dado que en esta aldea global hipercomunicada donde la necedad nunca había sido tan visible como lo es aquí y ahora. Como Quevedo, «no he de callar por más que con el dedo. Ya tocando la boca o ya la frente…».

'Morderse la lengua'

Autor: Dario Villanueva.

Editorial: Espasa.

Barcelona, 2021