REPORTAJE

Cofrades que dejan muy poco al azar

La hermandad del Vía Crucis ha designado por sorteo a quienes portarán al Cristo de la Salud

Sorteo. Un pequeño saca la bola que designa a los hermanos.

Sorteo. Un pequeño saca la bola que designa a los hermanos. / CÓRDOBA

Juan M. Niza

Juan M. Niza

Es una de las hermandades con mayor programa cultural y obra social y que menos, por no decir nada, deja las cosas al azar. Salvo, paradójicamente, en uno de los actos más peculiares y entrañables de la Cuaresma cordobesa. Hablamos de la hermandad del Vía Crucis, que vive un momento de esplendor y que este año prevé poner el Lunes Santo en la calle a unos trescientos nazarenos, informaba ayer el hermano mayor, Mario Jiménez.

La Cuaresma de la hermandad del Vía Crucis ya tuvo su prólogo con el ciclo Los Lunes del Vía Crucis, con la conferencia de la profesora Paloma Saborido, de la Comisión del Jubileo de Cofradías en Roma. Fue el pasado 29 de enero. A ello siguió, el 12 de febrero, la presentación del cartel de Lunes Santo 2024, una magnífica instantánea de Mariam Moyano. Por entonces, la diócesis difundía en internet (https://www.youtube.com/watch?v=11iWyi6E7r4) un vídeo sobre la obra social de la hermandad, el proyecto Como en Casa, con el que se atiende las necesidades de alojamiento de personas con largos tratamientos hospitalarios y acompañantes.

Además, en esta Cuaresma ya se han repartido prácticamente todas las túnicas mientras que se preparan los cultos al Santísimo Cristo de la Salud, cuyo quinario comenzará el día 11, tras el que se celebrará el besapiés (el día 17) y la misa de hermanos.

Sin embargo, el más llamativo acto, y como cada segundo viernes de Cuaresma, fue el sorteo de los hermanos que portarán al Crucificado. Así, de entre 17 candidatos que cumplían las estrictas condiciones se eligieron a los nueve hermanos porteadores, que ahora tienen la obligación de asistir al próximo quinario y al besapiés, una peculiar obligación que se suma a las muchas singularidades de la hermandad, comenzando por el propio sorteo, el único momento en el que el Vía Crucis deja algo a la suerte.

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