Feria de abril

Emilio de Justo y El Cid puntúan con una interesante corrida de La Quinta

El primero ha cortado una oreja de cada uno de sus enemigos y el segundo se ha llevado un trofeo del excelente 'Dorado'

Emilio de Justo, durante su faena este jueves en Sevilla.

Emilio de Justo, durante su faena este jueves en Sevilla. / EFE

Paco Aguado (EFE)

Ficha del festejo

Ganado: se lidiaron toros seis toros de La Quinta, muy bien presentados y en el tipo de la casa. El primero, de nombre 'Dorado', fue la guinda de un encierro variado e interesante y resultó excelente. Fue premiado con la vuelta al ruedo. También dio buen juego, con sus teclas que tocar, el tercero. El cuarto, muy en Saltillo, resultó complicado y el sexto, violento y bruto, fue el más duro. El peor lote lo conformaron segundo y quinto: uno por soso y el otro por pajuno.

El Cid, de nazareno y oro, estocada defectuosa (oreja con petición de la segunda) y (pinchazo, media desprendida y dos descabellos) ovación.

Daniel Luque, de sangre de toro y azabache, estocada corta y trasera (ovación) y (estocada y descabello) ovación.

Emilio de Justo, de negro y azabache, estocada en el rincón (oreja) y estocada (oreja tras aviso).

La plaza registró un lleno aparente en tarde espléndida y primaveral. Saludaron en banderillas Iván García, Jesús Arruga, Lipi, Maguilla y Abraham Neiro. Destacó Espartaco picando al primero.

La ganadería de La Quinta, que ha echado un encierro variado, bien presentado y muy en el tipo de su encaste Buendía-Santacoloma, ha marcado el verdadero hilo argumental de una corrida en la que Emilio de Justo cortó una oreja de cada uno de sus enemigos y El Cid se llevó un trofeo del excelente primero, llamado Dorado.

Fue un festejo que se vivió muy pendiente del juego de los toros de una de las vacadas que había despertado más interés dentro del elenco ganadero de la Feria de Abril. En el cuadro de honor del ciclo hay que inscribir ya el juego de ese Dorado que fue muy bien picado por Manuel Espartaco después de que El Cid se templara a la verónica.

Pero el toro, que ya se había descolgado con importancia en la brega, iba a cantar su excelencia en la primera ronda de muletazos rebosándose en los embroques con ese puntito de quererse ir sin irse que otorga el tranco de más. En la faena del diestro de Salteras hubo dos partes claramente diferenciadas: una primera fase correcta, sin romperse del todo, y una definitiva explosión, con la muleta en la diestra, en la que hubo reunión y acople.

La cosa había roto definitivamente en un trincherazo que cosió a una tanda de redondos, muy vertical la planta, que amarró con un gran pase de pecho. El animal seguía mostrando su boyantía y la faena mantuvo ese buen nivel hasta los ayudados finales antes de que una fea estocada, que cayó baja y trasera, descompusiera en parte su desenlace. Manuel paseó una oreja y 'Dorado' recibió los honores de una vuelta al ruedo póstuma.

El saltereño se las iba a ver en segundo lugar con un ejemplar de embestida muy en Saltillo al que sólo se podía torear abriéndole los caminos y empujándole siempre hacia delante. Manuel se comprometió en una labor de colocación cruzada mientras el animal se orientaba, acometiendo al paso y sabiendo lo que se dejaba atrás.

El triunfador numérico del festejo

En cualquier caso, el triunfador numérico del festejo iba a ser Emilio de Justo por dos faenas de muy distinta factura y trascendencia. La primera se la instrumentó a un interesante tercero al que toreó a veces un punto mecánico, retirándole la muleta de la cara hasta el punto de acrecentar su tendencia a distraerse. Hubo un buen principio, sobre el pitón derecho, y un trepidante final que sumado a la estocada rinconera y fulminante validó el trofeo.

Pero el diestro de Cáceres iba a dar otra dimensión con el sexto, seguramente el ejemplar más duro y problemático del variado envío de Fuenlahiguera, la finca palmeña en la que pastan estos buendías de la familia Martínez-Conradi. Fue un animal brusco, bruto y violento con el que dio la barba de verdad en una valerosa labor que acabó metiendo al bicho en la canasta. La estocada alentó la petición de la oreja, la tercera que ha paseado en esta Feria.

En medio de ambos había salido Daniel Luque que toreó con precisión de reloj suizo al peor lote del envío. Fueron dos toros que, con sus matices, compartieron idénticas pautas de comportamiento. El segundo era soso y sin alma y el quinto, pajuno y sin raza pero con guasa sorda. A ambos los toreó perfecto en la colocación, los cites, las alturas, los toques, las distancias… Fue una auténtica lección de superioridad profesional, de magisterio absoluto.