Es curioso que en la literatura española tengamos un Ramón a secas, Ramón Gómez de la Serna, y un Don Ramón, el que fue definido por el general Primo de Rivera como eximio escritor y extravagante ciudadano, don Ramón María del Valle Inclán y Montenegro. Creo que los tratamientos señalados le vienen muy bien a ambos.

Cada uno tiene sus pasiones y Valle es una de las mías. Hace años me entretuve en contar uno por uno, no había programas de ordenador que lo hiciera, las palabras americanas del Tirano Banderas y las creadas por él con sabor de aquellas tierras en las que gobernaba con mano de hierro don Santos.

Tengo delante dos volúmenes en una magnífica encuadernación de color celeste. La encuadernación es la misma de la serie y varía el color. Los que me leen, tengan siempre mi gratitud, creo que adivinan que se trata de la Fundación Castro, de la Biblioteca Castro. Han acertado. La Fundación inicia con ellos la edición de las Obras Completas del escritor que perdió un brazo por infección después de una pelea y que él adornó con versiones muy originales como causa de su manquedad. Don Ramón, el de las barbas de chivo, el que encontró nuevos rumbos para el teatro español y también para la prosa, el genio; en fin, Antonio, serenidad y no te desmadres en los elogios.

El proyecto es de cinco libros. El primero se inicia con las seis historias amorosas de Femeninas y se cierra con Historias de santos, de almas en pena, de duendes y ladrones. El segundo, que se corresponde con el tercero de la serie, incluye narrativa y ensayo; desde las novelas que forman El Ruedo Ibérico al ensayo La Lámpara maravillosa. Ejercicios Espirituales. Los textos han sido preparados por el Grupo de Investigación Valle-Inclán / USC y coordinados por Margarita Santos Zas. El resultado es magnífico.

Toda la prosa de Valle permite, en primer lugar y es lo más importante, disfrutar de la extraordinaria calidad literaria del autor y, además, de ver las variaciones estilísticas de una obra en constante evolución que pasa, ya sé que simplifico, del llamado modernismo de corte francés al desgarro bufonesco del esperpento, su aportación más lograda y que desarrolló en la segunda década del siglo pasado.

Solo puedo, por obvias razones de espacio, detenerme en un aspecto de una narrativa tan compleja. Lo haré en El Ruedo Ibérico. Se ha comparado a Valle con Galdós en el propósito común de novelar la historia de España. Creo que no es un camino muy fructífero. Basta comparar los títulos. Para el canario son episodios, capítulos de un proceso temporal y emplea nación, palabra solemne. Valle se va a los toros y crea un círculo perfecto donde la bufonada y la mascarada y el aire carnavalesco se hacen dueños de Iberia, el sueño de unión de España y Portugal. En este ruedo no habrá arte, habrá esperpento; es decir, realidad y verdad absolutas transmitidas por el lenguaje en un uso genial y nuevo.

Porque no es verdad que el esperpento sea una deformación de los hechos probados y de la realidad. España es esencialmente esperpéntica y solo pinturas como las de Gutiérrez Solana, heredero de Goya, o dibujos como los de José María Fernández, o usos de los niveles del idioma en una dislocación perfectamente meditada como en Valle nos permiten vislumbrar algo de su ser, por emplear una categoría idealista si se quiere.

La Reina Castiza, Isabel II, cuya apariencia achulada no consiguen disimular los retratos oficiales, es deconstruida por los adjetivos del escritor gallego, es cosificada, es tan traída y llevada como en los dibujos pornográficos de Bécquer. Es la reina milagrera, analfabeta y supersticiosa que mientras la corona se tambalea bebe los vientos por un pollo cortesano y vicioso. A su lado, Paquita Natillas, como llamaba el pueblo a don Francisco de Asís, siempre pulcro, atildado, señorita remilgada que pedía y pedía dineros para callar que los hijos de la reina no eran suyos.

Admirable fragmentación de elementos que se suceden a gran velocidad, que suben y bajan, que llevan al pueblo que quema cortijos y hace huelgas al primer plano de la historia y se contrae y expande a voluntad de don Ramón. Todos giran en una zarabanda que mezcla las sedas con las telas mugrientas de los mendigos, los falsos discursos con falsas palabras de los políticos y de los espadones con la ley de fugas y los tiros a la barriga, las llagas de sor Patrocinio con los diálogos del padre Claret y el Niño Jesús, la Rosa de Oro y el puterío real. Un fresco de tan intensos colores que solo el negro puede servir de horizonte. La risa de un desdentado, la España pícara que no deformada en ningún espejo.