Opinión | CARTA ILUSTRADA

Raúl Calleja Fuentes

«Contar la vida, novelar la Historia»

Así han titulado Mari Ángeles Hermosilla y Mari Paz Cepedello el libro que han editado como homenaje a la recién jubilada profesora de Teoría de la literatura Celia Fernández Prieto, donde recogen una selección de los artículos que han sustentado su trayectoria científica y universitaria: la escritura autobiográfica y las relaciones entre Historia y novela.

Conocí a Celia en mayo de 2015 durante el segundo curso de Filología Hispánica en un congreso que el área del que era profesora organizó bajo el título ‘Intimidad y autobiografía de mujer: un enfoque multidisciplinar’. No me daría clase hasta el segundo cuatrimestre del siguiente curso, en tercero, pero fue tal mi interés en sus enseñanzas que no dudé en proponerle al término de ese segundo año ser su alumno colaborador durante el curso siguiente: ella no dudó ni un momento en aceptar mi propuesta y ponernos a trabajar, hasta culminar en la dirección que hizo de mi trabajo de fin de grado.

Ahora, la noticia de la jubilación de Celia me produce sentimientos encontrados: la alegría y la satisfacción porque alguien a quien estimas y admiras culmina toda una trayectoria profesional dedicada a la enseñanza contrasta con la pena por la salida de las aulas de una de las mejores profesoras de la Universidad de Córdoba.

Rigurosa en su trabajo y escrupulosamente objetiva, siempre orientaba sus clases a suscitar la reflexión del alumnado, con el que, a través de los textos, establecía una dialéctica constante. Nunca la vi leer un apunte o una diapositiva; explicaba contando la asignatura y lo hacía con las dotes de las mejores narradoras, trufando siempre sus intervenciones de continuas recomendaciones literarias.

Al término de este artículo, no puedo evitar recordar las palabras que el entonces decano de Filosofía y Letras, Eulalio Fernández, pronunció en la jornada de bienvenida: «Pasad por la universidad, pero que la universidad pase también por vosotros». Tantos años después, puedo presumir de haber pasado por las clases de Celia y de que su magisterio pasó por mí, constituyendo el más importante de los referentes que, ya hoy como docente, llevo siempre conmigo. Gracias, siempre, por tanto, Celia.