Opinión | El triángulo

Canibalismo político

La lógica política y la aritmética parlamentaria conducen a la formación de vínculos peculiares. El partido ganador se acerca a quien más afinidad tiene, en principio, y comienza la negociación. La proximidad ideológica hace más fácil, a priori, compartir unos objetivos mínimos sobre los que construir un proyecto común. El éxito depende, previsiblemente, de la lealtad y empatía de los pactantes. Sin embargo, conviene no olvidar que la relación es artificial, interesada, de conveniencia. Sea del tipo que sea, más o menos cordial, a ninguno se le escapa que en caso de no necesitarse mutuamente no existiría tal unión. Viven condicionados por el presente político y el futuro electoral. Los puentes básicos por los que transitar, plasmados en forma de acuerdos de gobierno y líneas rojas, requieren de equilibrio. Vemos últimamente a socios desafiarse en público, desautorizar a consejeros del partenaire o diluir propuestas para desmarcarse de supuestos extremismos que en el fondo sí comparten. El partido con más peso maniobra para que el otro se desgaste. Conscientemente filtran información para colocarlos en el disparadero y aniquilarlos. Arrimar los votantes a la ascua propia puede ser trascendental para mantenerse en el poder. Pasó con Ciudadanos en gobiernos municipales y autonómicos para beneficio del PP. En breve el vacío podría hacérselo a Vox. En la izquierda, Podemos engulló a IU. Después, Sumar borró a los morados. Puro canibalismo político. Este juego endemoniado está exigiendo estrategias aún más ambiciosas y llamativas por parte de asesores y sus jefes políticos. Gran parte del esfuerzo se centra ahora en leer encuestas, hacer cálculos y medir la rentabilidad electoral de la acción de uno y otro socio de gobierno. Aparentemente todo irá bien, pero no olviden que detrás sigue el vodevil. Todos aspiran a ser la viuda negra.

  • Periodista

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