Opinión | Firma invitada

El criptogurú encriptado

Sam Bankman-Fried no es un ser humano, según la definición canónica de esta especie siempre decepcionante. SBF forma parte de la primera generación hiperintelectual, conformada por los hijos de parejas superdotadas y de incansable actividad. Repasando los pronunciamientos del treintañero anteriores a su condena a 25 años de cárcel por estafa, o admirando su sumisión religiosa a la religión probabilística, se advierte un salto evolutivo. No se trata de que cueste entenderlo, sino de que en ningún caso se lograría destilar un pensamiento asimilable. Simplificando, hay que aislar al resto de la humanidad de este criptogurú, felizmente encriptado en su celda .

En ningún caso se trata de compadecer a las víctimas, porque SBF ha robado millones a personas que no los merecían, antes se debe llorar a Israel que a unos privilegiados engañados porque se creían más inteligentes que sus congéneres. La única águila que sobrevuela el campo de batalla es el criptogurú, el portaestandarte de un club que vería retrasada su formación al matricularse en Harvard. El planeta no puede permitirse que campe a sus anchas, ha sido encarcelado por quienes serían incapaces de atraparle. Los más fieros suspiran para que su pasión estadística le lleve dentro de celda a la conclusión numérica de que su vida ya no tiene sentido.

Ante una posible proliferación de SBFs, la Inteligencia Artificial resulta imprescindible para rebajar el actual desarrollo excesivo de la Inteligencia Humana. Los hijos del milenio han progresado a tal velocidad que se sienten incómodos en un universo limitado, donde solo pueden disfrutar de una existencia «desagradable, brutal y breve», en los términos de Hobbes. El juez que condena a SBF no le alcanza a la suela de las alpargatas que cuadraban su uniforme, pero el togado atesora el instinto suficiente para advertir que «existe el riesgo de que este hombre haga algo muy malo en el futuro». Así es en términos humanos, pero Sam Bankman-Fried compite en la Liga hegeliana que castiga el arrepentimiento.

*Periodista

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