Opinión | Al paso

A dos amigos

Nada puede con la amistad auténtica. Ni tan siquiera el cáncer. Hoy escribo en homenaje abierto en carnes de dos héroes: Luis Muñoz Medina y Monarri Gilarte Moreno. Porque plantar cara a la auténtica pandemia del siglo XXI y encima paralelamente al desarrollo de la enfermedad, con un aumento de la alegría de vivir y la creatividad, va de eso, de heroicidad. Porque ambos lucharon, no solo con esperanza y fe en Dios sino con el arte por delante. Por eso dedico estas letrillas a dos amigos de verdad que, mediando un breve intervalo de tiempo entre ellos, se marcharon al Paraíso. Pero no podemos obviar que se marcharon antes de que sus páginas del libro de la vida fueran acordes al viaje definitivo, es decir, antes de que les perteneciera en su reloj biológico. Es lo que tiene esa insensible y extraña enfermedad, que no entiende de edades y que encima pareciera que se ceba con la buena gente. Cualquier partida de un ser querido es dolorosa. Pero cuando quienes se marchan son personas con la edad en la boca, el sufrimiento, y la rabia es indescriptible. Uno no entiende a veces los designios de la Providencia y nos preguntamos porque permite estas cosas. Yo creo que es que no entendemos ni la bondad de Dios ni la auténtica naturaleza del alma humana. El día que estemos ante el Padre, hasta nos reiremos de cuanto valor quizá demos a esta vida, en el sentido de que la misma, es mucho menos que un segundo comparada con lo que viene después y diremos: ‘¡Ahora te entiendo, Señor de los cielos!’ . Luis y Monarri, dos colegas de siempre, casi convivieron juntos para protagonizar una historia de lucha preciosa pues ambos se apoyaban mutuamente durante el tratamiento, intentando que la amistad fuera un fuerte consuelo. Nunca estuvieron solos, tanto por su amistad como por dos familias maravillosas chapadas a la antigua donde todos son uno. Luis, tuvo un espíritu incomparable plantando cara a la enfermedad, porque la lucha, sus padres y hermanos la llevan por bandera en las venas. Los Muñoz Medina, son amados por muchas personas que ayudan, admirados por la capacidad de superación laboral que profesan y envidiados por todos los que no podemos llegar a la capacidad profesional y humana que tienen. Y la del Monarri, gente humilde, currante y honrada, como era él; de este vecino mío solo puedo contar maravillas y en especial, hechos de la niñez. Porque es de mi barrio, de la Fuensanta. La primera vez que lo vi fue de chicos, para picarnos cantando detrás de la farmacia de la Calle Francisco Pizarro. Y me impresionó como cantó el torito bravo del Fary. Tanto, que terminamos a castañazos. A los dos les seguí la pista porque se hicieron inseparables. Y por eso parece que Cristo dispuso que compartieran hasta forma y fecha de marcharse de este mundo. Pero justo antes de partir quisieron dejar un legado para que nadie tenga miedo al cáncer, para que nunca se pierda la esperanza. Y sobre todo para que se valore cada segundo de la vida intentando no hacer daño a nadie. Nos regalaron una canción que es un subidón de arte y amor a la Tierra que estaban despidiendo. En YouTube aparece un video clip en el que Monarri canta a su amigo Luis «la Vida es Bella» y donde el guitarrista y colega de ambos, Juan Reyes «el Pollo», hace un esfuerzo grandioso de creatividad musical en honor de ambos. Escúchenlo, no digo más. Es curioso, a ellos que les gustaba tanto la música y en especial, los Chichos, demostraron que una de las canciones más bonitas de este mítico grupo, no les cuadra. Si titula «A dos amigos: «Vivimos la nostalgia de la vida, sufrimos el castigo del destino, con lo bonita y corta que es la vida, debiéramos de ser mejores amigos». Porque Luis y Monarri, si fueron mejores amigos y nunca se fallaron ni se abandonaron por muy difíciles que fueran las circunstancias. Así que solo les puede decir a sus familias que intenten estar en paz porque ambos pasaron el examen divino con matrícula de honor para que ahora estén juntos cantando por las estrellas que la muerte no es el final y que la amistad es mucho más fuerte que cualquier enfermedad. Un beso a los dos.

*Abogado

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