Opinión | Caligrafía

La buena educación

Si hay una buena educación es porque también hay una mala, y tienen en común que ambas piensan que la mala es la otra. La buena educación se apoya en un punto muy concreto: no ofender a nadie. A partir de ahí se puede ir afinando y construyéndole volutas complicadas, para ofender cada vez menos en menos sitios y por menos causas. Un intenso tipo de grosero es el que se persuade de que por algún motivo él si puede ofender sin ser maleducado, cosa que es un disparate. Ha hecho mucho daño en estos puntos de honor la desaparición del duelo a espada -es broma- y la exaltación del individualismo mediterráneo o su corrupción: cuando todos nos creemos especiales, todos pretendemos que no se nos apliquen las normas de los demás o que la norma sea nuestro criterio, siempre.

¿Dónde se aprende la educación? Es como la oratoria, que tiene sus principios y sus manuales pero a su vez, en ellos, se ha recogido lo que se ha visto hacer bien a gente con talento natural. Puede enseñarse a hablar en público a alguien y que no se le dé bien, y puede educarse a alguien y que ser educado, claro, se le dé mal. Cuánta gente criada para ser educada resulta en tremebundas mofetas, y cuánta sin la menor instrucción, por elemental instinto, se conduce con buen criterio.

Como al final la cuestión está en imitar a gente con clase, hay sitios bien afinados en los que se debería adquirir por osmosis. La semana pasada se celebró el día del socio en el Círculo de la Amistad, que antes suponía la rendición total de la sede de Alfonso XIII, pero este año se ha dividido entre el centro y la Pérgola de Mirabueno. Se invitaba finamente a los socios con hijos en edad de liarla en interiores a disfrutar del servicio de animación y el campo abierto de la pérgola. La distribución por mesas y rincones se dejaba al buen criterio de los socios. El Círculo sabía que con esas condiciones las afrentas se producirían nada más entrar, y lo que es peor: el desarrollo del día podría verse dictado por los primeros o más violentos moradores. Pero mandaron a su mejor hombre, don Victoriano Lozano, ‘aka Viti’, que duelo tras duelo resolvía añadiendo más educación a la masa y más saber estar. Clase magistral enorme de principio a fin. Y esa es una de las magias de la buena, muy buena educación: cuando alguien con galones es educado, se educa todo el mundo a su alrededor, y ciertos comportamientos poco caballerosos se erradican en un santiamén. Hay diferencia entre querer ascender para ser educado o querer hacerlo para ofender más y mejor (sueña el que a medrar empieza, sueña el que afana y pretende, sueña el que agravia y ofende...) y hay maestros del tema que hacen una especie de judo del protocolo, y con la fuerza de educación mala que les llega atacando, bloquean, hacen llave y la devuelven transmutada en modales impolutos.

Gracias por la clase y la lección.

** Abogado

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