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Olor a santidad

Es la segunda vez que el Obispo de Roma da audiencia a la líder de Sumar

La semana pasada el Papa Francisco recibió a Yolanda Díaz. Es la segunda vez que el Obispo de Roma da audiencia a la líder de Sumar. Ni siquiera Isabel la Católica empatizaba tanto con el Sucesor de Pedro, pues aunque devota de la fe y de las prédicas de Su Santidad, no tuvo empacho en amonestar sutilmente la vida licenciosa del Papa Borgia. Este recibimiento papal coincide con la noticia de que la señora Díaz ha puesto fin a veinte años de matrimonio, como si en lugar de reprocharle esta ruptura sacramental, la deriva mística de la lideresa la encaminase a casarse con Dios. No contemplo esa querencia en la vicepresidenta del Gobierno; más bien el encuentro de dos conversadores amigados con el Sermón de la Montaña, aunque las malas lenguas tilden las querencias peronistas de ambos interlocutores.

Afilando las querencias maquiavélicas de los Príncipes --sean o no de la Iglesia-- en esta visita pesa el principio de jerarquía. Roma más que Santiago, como si fuera a rebañar en ese intercambio de regalos con el Papa Bergoglio alguno de los votos que le escasean en la parroquia santiaguiña. Trascendió el asunto de las migraciones como tema central de la conversación; desde los espaldas mojadas que intentan burlar el pre y el post trumpismo, hasta la crisis de cayucos que ahoga tantas vidas en el Atlántico. Precisamente, Díaz insinuó una visita del Papa a las Canarias, casi rematando con una ambigüedad gallega: ahí lo dejo.

Desconozco si en su charla irrumpió el dibujo de Salustiano García. La polémica no ha impactado en un principiante, pues el autor del cartel de la Semana Santa sevillana tiene una consagrada trayectoria artística. Los que se rasgan las vestiduras por contemplar viciosamente un Cristo afeminado apelarán al testimonio de la fe, intentando arrinconar al Papa con la anatomía de la Sábana Santa: el sudario de Turín evidencia la anatomía de un cuerpo viril y machote, lo que se acomoda mejor con la iconografía de Dios y Patria. Craso error asociar morfología con orientación sexual, como si los ositos con camisas de cuadros no existiesen, y tienen tanto derecho a persignarse como a jalear a los participantes del Benidorm Fest. Si es imposible ponerle puertas al campo, un reto aún mayor es asegurar la inmovilidad de la estética. En la Judea del emperador Tiberio no se le hacían fotos de frente y de perfil a los reos; tampoco a ese hombre que fue sometido a tortura después de comparecer ante Pilatos, Anás y Caifás.

Sin ir más lejos, Julio II, el arquetipo del Papa guerrero, literalmente desvistió a los santos para santificar la bóveda de la capilla Sixtina. Hasta ahora la ortodoxia de la imaginería reducía el amaneramiento a los lienzos de San Sebastián, olvidando a los arcángeles de Tiepolo; o todas esas transgresiones, fruto de la viveza de los tiempos, que han sublimado la expresión artística. Sin ellas, ni siquiera habrían existido los belenes napolitanos. Ya no solo es el Resucitado de Salustiano García el que emerge con sus potencias en el rojo de la Pasión. También las Magdalenas se pincelan hoy con el empoderamiento y se ganan el pase a Eurovisión asimilando a las señoronas que se toman el vermú y ya no quieren lapidarse, sino hacer de su capa un sayo. Si el más allá admite la santería laica, Carlos Tena estará descojonándose por ese desagravio a Las Vulpes, en un país con una ristra enorme de fallos, pero menos inquisitorial; que corea a las zorras como un himno de liberación y transversalidad. Definitivamente el sexo no es puro, pero no lo juramenten en vano para buscar el olor a santidad.

*Licenciado en Derecho. Graduado en Ciencias Ambientales. Escritor

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