Opinión | cielo abierto

Argumentar

«En España se miente cotidianamente sin que las hemerotecas produzcan ni el más leve sonrojo, y hay que denunciarlo cada vez, en la esperanza de que alguien conserve todavía su reserva moral»

Que los Magos nos traigan cierta normalidad, porque la crispación ya sólo es un estado de ánimo. No es necesario, ni siquiera pertinente, ni mucho menos deseable, elevarla a categoría política. A uno puede parecerle que la amnistía es legítima siempre que sirva a un interés propio, y que la falsedad reiterada, en aluvión y sin remordimiento, es otra manera de desenvolverse. En España se miente cotidianamente sin que las hemerotecas produzcan ni el más leve sonrojo, y hay que denunciarlo cada vez, en la esperanza de que alguien conserve todavía su reserva moral. Una cosa es que no exista la vergüenza, y otra muy distinta que los demás no puedan señalar con el dedo al mentiroso. También a otro puede parecerle que la amnistía es una indignidad porque supone no el perdón para los delincuentes, sino la negación de que haya existido un delito, lo que supone la impugnación de nuestro sistema policial y judicial, es decir: el Estado de Derecho. La amnistía dice que esos hombres fueron injustamente juzgados, por parte de un sistema corrupto. Pero lo que aplicaba ese sistema era la ley: escrupulosamente, exactamente igual que sigue rigiendo sobre cualquiera de nosotros si falta un céntimo de euro en nuestra declaración tributaria. Frente a todas las gentes que antes declaraban que la amnistía no cabía en nuestra vida y que eso no iba a ocurrir nunca, con la boca llena de legitimidad constitucional, y ahora proclaman lo contrario, la pregunta que hay que hacerles no es por qué ahora sí cabe --el beneficio recibido es evidente-- sino por qué antes era inconstitucional y no tenía lugar en nuestro Estado de Derecho. Porque si el argumento es frenar a la derecha y a la extrema derecha, y por eso no importa tanto recurrir a la ilegalidad, eso abre la puerta, siempre incierta, de golpear la esencia del Estado y justificarlo. Pero con todo eso tenemos que seguir, aunque sea difícil, sin que la crispación entre en el pecho de las conversaciones. Y convivir.

*Escritor

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