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Mano izquierda

Es obtuso asociar tu ideología a la decantación del hemisferio dominante en el cerebro

Una de esas preguntas colaterales y aparentemente peregrinas que se adosan a las ucronías sería cuestionarse, en el supuesto de que el Gobierno de la República hubiese ganado la guerra, si habría aumentado el número de zurdos. Lo digo por esa visión pacata y humillante que acarreó el rebufo de la Victoria. Hasta el tardofranquismo en el que uno se crio llegaban las consignas a una fidelísima maestra que durante un tiempo se empeñó en que caligrafiase con la mano derecha, lo mismo que en los dictados se recreaba en darle un tono labiodental a la uve, para querer distinguir de manera impostada entre vacas y bacas. Esa fue la excepción, pues guardo un grato recuerdo de aquellas otras maestras de Primaria, más sensatas en eso de luchar contra natura, quizá sabiendo que también Leonardo da Vinci, Mozart o Einstein militaban en la cofradía de la zurdera.

Es obtuso asociar tu ideología a la decantación del hemisferio dominante en el cerebro, como si en la época álgida de la dictadura se hubiese hecho una caza de brujas a los falangistas zurdos. Tan absurdo, en la jerarquía de las estupideces, como introducir la piel como una rasante. Desgraciadamente, tales prejuicios siguen siendo universales, con el trágico sarcasmo de que en el África Negra los albinos son perseguidos por sus connotaciones fetichistas.

Mas he ahí que el carácter sospechoso de los zurdos ha convivido con una expresión bonancible y consensuada en su asertividad: tener mano izquierda. Una concesión a nuestra extremidad siniestra, aquella que incluso te ataban a la espalda para adaptarte a la convencionalidad. La mano izquierda tiene un carácter universal, aunque la procedencia en nuestro lenguaje parece focalizarse en el argot taurino, lo que puede dar pistas a su consolidación.

Las circunstancias actuales fuerzan a este aforismo a un juego de palabras ¿Tiene la izquierda mano izquierda? Este astracán acaso no lo sea tal. Es el propio Gobierno, o su cuota mayoritaria socialista, la que le está pidiendo mano izquierda a Yolanda Díaz. Quizá sea otra forma ladina de que Pedro Sánchez afile su narcisismo, pero el sanchismo le impele a la líder de Sumar su incapacidad de contener el carácter berberisco de Podemos. Cuatro años sosteniendo las destemplanzas de los morados en el Gabinete para que en apenas un par de meses los/as morados/as monten un Grupo propio que contribuya a mantener la endogamia de la Intelligentsia. Porque para narcisismos chulos, el del pirulo de Pablo Iglesias, que pide el voto para el BNG en las elecciones gallegas y ejerce de macho alfa en el partido ultra feminista, propiciando que se quiebre la coalición entre Sumatorios y Morados y allanando el camino a una nueva mayoría absoluta del PP en tierras gallegas.

Ojalá pudiésemos parodiar eufemísticamente a Carlos Marx advirtiendo que un fantasma recorre el mundo: el fantasma de la mano izquierda. Mucha capacidad de encaje, concordia y soltura en los muletazos les hacen falta a los dirigentes de este planeta para enderezar un rumbo que no pinta nada bien. Que se haya elegido «polarización» como palabra del año difunto es un indicativo muy serio de que la crispación agita al mundo y que estamos muy lejos de la supuesta catarsis de prelaciones que iba a traernos la pandemia. Recientemente acaba de fallecer Jacques Delors, uno de los eslabones perdidos con Schuman, Adenauer o De Gasperi de la construcción europea, fehacientes ejemplos de que los puentes los crean las personas. Los cómicos desean mucha mierda como símbolo de bendiciones para lo venidero. Me sumo a ellos, añadiendo en mis deseos salud --requisito esencial de un prevencionista--. Y, por supuesto, mucha mano izquierda.

*Licenciado en Derecho. Graduado en Ciencias Ambientales. Escritor

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