Opinión | ENTRE VISILLOS

Las reglas del juego

De cómo los cambios sociales imponen sus normas en el mundo del juguete

La Navidad es tiempo de dar y tiempo de recibir. Es, con mucha diferencia sobre los demás periodos del año -diluidos ya los de rebajas con las nuevas normas del comercio- la época más consumista. Pero en ese juego amistoso, a menudo forzado, de dar y recibir no siempre hay que pasar por caja. La Navidad no es sólo consumo, es también solidaridad, compartir con los que menos tienen; a veces sin que sea necesario un gasto previo, pues basta con invertir en generosidad y de paso poner en práctica eso tan de moda de la economía circular. A la generosidad apelaba hace unos días la campaña del Banco de Alimentos, con notables frutos al parecer, y recurre ahora el Ayuntamiento, a través de la empresa pública Sadeco, para solicitar a las familias que donen juguetes para hacer felices a niños pobres que de otro modo se quedarían sin ellos. ‘Regala sonrisas’ es el lema de la campaña, que ya va por su octava edición, y para llevarla a cabo se han habilitado puntos de recogida en todos los barrios. Se pide, aparte de que los juguetes estén en buen estado, que sean educativos y no bélicos. Porque para guerras ya estamos los mayores, y el juego, aparte de diversión, supone un medio poderoso de moldear en los más pequeños conciencias y actitudes que habrán de marcar su camino en la vida.

En esto de los juguetes la cosa se está poniendo seria. Ya no basta con la recomendación, que viene de lejos, de pedir a Papá Noel y a los Reyes Magos que se abstengan de repartir a los niños armas simuladas a su medida -algunas de un verismo escalofriante-. Ahora la batalla se encauza sobre todo hacia la cuestión de género. Es decir, que flechas y pistolas para nadie, pero puestos a demandarlas en la carta a Sus Majestades de Oriente, que puedan hacerlo lo mismo ellos que ellas (y por supuesto a ninguno se le conceda la petición). «Hay que dejar a los niños y las niñas que elijan sus juguetes con libertad» decía hace unos días en Córdoba Loles López, consejera de Inclusión Social, Juventud, Familias e Igualdad, quien vino a presentar la campaña de su abundoso departamento titulada ‘Las reglas del juego están cambiando’. Y esas nuevas reglas exigen romper estereotipos. Adiós a clichés sexistas que asocian a los niños con camiones de bomberos y fuertes asaltados por comanches y a las niñas con muñecas y cocinitas. Que cada cual pida lo que se le antoje, sin coto a la imaginación de los menores y viendo en la educación la herramienta fundamental para formar personalidades en igualdad. Lo tienen claro también en el Instituto de la Mujer que, dentro de las medidas acordadas en el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, destina una gran cantidad de material didáctico a los colegios para que los docentes los empleen en clase.

Aunque machaconas e incómodas para algunos, lo cierto es que estas campañas no caen en saco roto. Un reciente estudio del Ministerio de Consumo sobre hábitos sexistas en la publicidad de juguetes apunta que éstos han remitido por vez primera. Ya se ve algún que otro anuncio con niños entretenidos en faenas domésticas, lo mismo que en otros se ve a los padres, principales referentes, afanados en limpiar sartenes en ausencia de las madres. También aparecen niñas entusiasmadas manejando vehículos. Y hasta Barbie se ha destapado como un prodigio de adaptación al feminismo, incluso desde la pantalla. Sin renunciar a teñirnos la vida de color de rosa, la muñeca entre las muñecas ha sabido reciclarse a sus 65 años cumplidos, y a esa edad en que muchas de sus antiguas propietarias no piensan más que en la jubilación ella se hace ingeniera robótica o lo que haga falta para mostrar el empoderamiento de la mujer. Regalen juguetes, regalen sonrisas.

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