Opinión | TRIBUNA ABIERTA

Esperanza

En psicología, la negación es un mecanismo de defensa, inconsciente, que nos permite no ver lo que no podemos consentir

Hay días en que, al despertar, parece que el mundo --y también tu vida-- va hacia atrás. Que lo que pensábamos que habíamos alcanzado se tambalea, puede caer en cualquier momento y, con ello, retrocederemos. Pasa cuando, por ejemplo, escuchas o lees que se percibe entre los adolescentes un aumento de actitudes que niegan la violencia machista. Y no es un rumor, o un bulo, lo dice el estudio realizado el pasado año por el Centro Reina Sofía de Fad Juventud: ‘Culpables hasta que se demuestre lo contrario. Percepciones y discursos de adolescentes españoles sobre masculinidades y violencia de género’. Ese estudio muestra el incremento de posturas antifeministas entre estudiantes de Secundaria de 14 a 17 años, sobre todo entre los chicos que, además de minimizar dicha violencia, han desarrollado nuevas actitudes machistas, enmascaradas tras un victimismo según el cual el feminismo buscaría perjudicar a los hombres. Es entonces cuando piensas que lo que las mujeres creemos haber logrado en los últimos años --romper los moldes que teníamos preparados de antemano para nuestras vidas, cada una como ha podido, y construir vidas diferentes, elegidas por nosotras-- puede evaporarse. Nosotras, que incluso estábamos convencidas de que ese logro se transmitiría a las próximas generaciones.

Negar o relativizar datos tan potentes como los que arrojan las estadísticas sobre las muertes de mujeres (durante el último año: 55 en España; de ellas, 16 en Andalucía), además de sus hijos y otros allegados, a manos de sus parejas y exparejas, parecería una negación que raya en una incapacidad: física para percibir la realidad, o mental para asumirla. En psicología, la negación es un mecanismo de defensa, inconsciente, que nos permite no ver lo que no podemos consentir o nos resulta demasiado doloroso, tanto del mundo externo como de nuestro interior. Pero la mente también se dota de mecanismos conscientes para protegernos y adaptarnos a la realidad incómoda y poder funcionar en ella. Se llaman estrategias de afrontamiento y el negacionismo es una de ellas. El negacionismo de la violencia hacia las mujeres, del Holocausto o del cambio climático son ejemplos de ello. Y dichas estrategias no solo son utilizadas a nivel individual para sortear todo lo que nos resulta incómodo o difícil de asumir, son aprovechadas también por los que no quieren perder una situación de privilegio. Es decir, por todos aquellos cuyo bienestar se sustenta en la desigualdad.

Pues bien, hay esperanza. En los actos institucionales del día contra la violencia machista del pasado 25 de noviembre, participaron los estudiantes de cuarto de la ESO del colegio Ferroviario de Córdoba. Son adolescentes que pertenecen al mismo grupo de edad y escolarización que los estudiantes del estudio de Madrid. Primero en el pleno de la Diputación de Córdoba y después en el del Ayuntamiento, leyeron un comunicado que habían consensuado tras elaborarlo en grupos de discusión. Las conclusiones a las que llegaron sorprenden por su lucidez, frescura y capacidad de transmitir ilusión en un futuro mejor.

La tesis fundamental de su comunicación es la defensa del feminismo como baluarte de la igualdad entre hombres y mujeres. La denuncia de los efectos del machismo sobre las mujeres y también, insisten, sobre los hombres, a los que obliga a adoptar unos patrones que, aunque les otorgan aparentemente ventajas, les privan de desarrollar otras actitudes, mermando su potencial. Para llegar a esa conclusión critican los patrones educativos, la influencia de las redes sociales, incluyendo la pornografía, y determinados libros y películas para adolescentes que perpetúan unos modelos de afectividad y sexualidad que no otorgan las mismas oportunidades a hombres y mujeres; critican a medios y a partidos negacionistas que se oponen al movimiento feminista y sostienen que es necesario su persistencia y el incluir a los hombres, puesto que «¿cómo vamos a convertirnos en adultos y adultas si no se educa en igualdad y sin tabúes?». Para finalizar reivindicando que «una mujer feminista es la que quiere construir una sociedad en igualdad».

En fin, hay días en que, al despertar, recuerdas a estos adolescentes y piensas que sí, que el mundo camina hacia adelante, unas veces mejor que otras, pero hay esperanza.

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