Opinión | Tribuna abierta

Tú no eliges; la sanidad privada, sí

Perdonen que me repita, pero a medida que cumplo años debo ir al médico más a menudo y por eso el tema me preocupa tanto. Sé que me pedirá pruebas, un día encontrará algo que no debería estar ahí, me enviará al especialista, añadirán más estudios y, quizá, acabe en el quirófano. Si todo sale bien, tendré que pasar revisiones durante el resto de mi vida. No les voy a hablar de las pastillas, no quiero que me odien. Este conjunto de consultas, exploraciones, cirugía y estancia en el hospital se realizará, en mi caso, en la sanidad pública. Solo desembolsaré la parte del pago de las medicinas que me corresponde.

Me pregunto si mis hijos, al llegar a la edad en que deberán ir al médico más a menudo, tendrán los mismos servicios y las dudas son tantas que no dejo de darle vueltas. Por eso me repito.

He trabajado muchos años en la sanidad pública y algunos menos en la privada. A las compañías médicas siempre han recurrido trabajadores autónomos que preferían un sistema más rápido en las citas y flexible en los horarios. Recuerdo a uno de ellos que tras mejorar de un cáncer que había desarrollado, volvió a consulta, pero solo a despedirse: «Ha subido tanto el importe de la póliza que no puedo pagarla; dejo la compañía». Para la aseguradora (una de las más potentes) había dejado de ser rentable. Él fue el primero que conocí en esa situación, pero no el único. Desde que me he convertido en paciente profesional, nunca me he visto en esa tesitura en la sanidad pública.

Que la salud sea algo valioso no la hace necesariamente rentable para la empresa privada; sin embargo, una población sana sí es rentable para la comunidad. Y la salud de la comunidad solo la protege la sanidad pública. Que la privada nos ofrezca (como dice la página web de una importante aseguradora) libre elección de médico especialista, habitación individual en el hospital y listas de espera más cortas no garantiza una mejor asistencia.

Con la llegada de la democracia, España se dotó de un Sistema Nacional de Salud inspirado en el británico. Desde que, gracias a las medidas neoliberales de la señora Thatcher se introdujeron privatizaciones, la mortalidad por causas evitables ha aumentado de forma importante en Gran Bretaña. Entre nosotros, Madrid, comunidad autónoma seguidora de sus políticas, ha dado la peor asistencia a ancianos de residencias de todo el país durante la pandemia del Covid, impidiendo a los que no tenían pólizas privadas ser hospitalizados y en Andalucía acabamos de ver cómo un gestor del Servicio Andaluz de Salud encuentra acomodo en la aseguradora privada a la que adjudicó contratos millonarios durante la misma pandemia.

Y cuando se trata de patologías crónicas, la aseguradora que tanto permite elegir, señala que esos pacientes serán remitidos a la sanidad pública (es decir, excluidos de la compañía) porque «el seguimiento profesional de por vida resulta más llevadero a través de un historial médico conocido por el médico de cabecera de la sanidad pública». De forma implícita, admite que no tiene una red capaz de asumir dichas patologías y, aunque no hable del gasto económico, queda claro que tampoco está dispuesto a contraerlo.

Así que se lo he dicho a mis hijos: aunque ganen más dinero o ahorren para pagarse un seguro médico privado, si contraen una enfermedad crónica tendrán que acudir a la sanidad pública y les conviene que no la hayan desmantelado del todo, o convertido en algo parecido a aquellas instituciones benéficas a las que había que llevar las sábanas porque no podían lavarlas. ¿Les suena? Ha ocurrido recientemente en el hospital 12 de octubre de Madrid.

  • Psiquiatra

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