Opinión | tribuna abierta

Aquel 20N de 1975

«La vida siguió su ritmo, imprevisible pero muy ilusionante, a pesar de los riesgos que sufríamos»

Tal día como hoy (el lunes día 20), hace 44 años, estaba saliente de guardia del Servicio de Urgencias del Ambulatorio de Lucena. Durante la guardia, conocí la noticia de la muerte de Franco.

Hacia solo unos días que yo había salido de la cárcel de Córdoba, donde tuve la ocasión de hablar en el patio con presos de ETA, que me pareció que decían algunas tonterías importantes sobre estrategias para tomar el poder, y que no tenían escrúpulos para llevar a cabo las acciones que hicieran falta.

Por cierto, hablar con ellos me costó una reprimenda del director de la cárcel y amenazas para el futuro.

Pero tuvo otra cara. Semanas después de salir, mi carcelero, que era un representante de un laboratorio, me llevó a mi casa el juego de ajedrez con el que pasábamos las horas muertas en la prisión y que aún conservo.

El día que salí me encontré la carta de despido del director provincial del INP, por «ausentarme del puesto de trabajo», a pesar de que mi nunca bien ponderado compañero y amigo José María Casado se ocupó de que alguien cubriera la guardia mientras estaba encerrado.

Por varías actuaciones quedó suspendido el despido.

Aquel día 20 de noviembre de 1975, fue un gran día para mí. Había muerto el dictador. Desde Lucena fui a Cabra, donde recogía a otro médico de Córdoba que trabajaba en Urgencias de Cabra y que era del Partido Comunista. Estaba él preocupado por las posibles represiones tras la muerte del dictador.

Yo le acompañé a tomar un café, pero me pedí una copa de coñac para celebrar lo que sería un paso hacia la Democracia (con la preocupación de mi acompañante por si alguien notaba que estábamos celebrando la muerte de Franco...).

Afortunadamente, no hubo incidentes. Aquel día y el siguiente seguí las noticias y los informativos de la TV, donde se podían ver las personas que desfilaban delante del cadáver. En blanco y negro de la época.

Mi entonces mujer estaba embarazada de Marta. La boda había sido en mayo, Marta nació en abril del siguiente año.

Así que si 1974 fue el año del Congreso de Suresnnes, 1975 traía muchas otras cosas: boda, embarazo, cárcel, muerte de Franco, un despido más de mi trabajo.

Y la vida siguió a su ritmo, que, visto a día de hoy, era frenético, nuevo, imprevisible, pero muy ilusionante, a pesar de los riesgos que sufríamos algunos, que eran algo más que teóricos.

Aquel año, en la Noche Vieja recibimos un aviso para asistir a una señora de un intento de suicido. Vivía a kilómetros de Lucena en una humilde casita en el campo. Allí fuimos el enfermero y yo en mi coche. Afortunadamente, su vida no corría peligro, pero el espectáculo en esa noche de fin de año fue muy triste.

La casa apenas tenía luz. El marido no estaba (probablemente bebiendo y celebrando en el pueblo). Había varios niños. La señora, en su cama, y lo que más me impresionó fue un niño, como de un año, dentro de una cuna, de pie, agarrado a la barandilla, con el chupe, mirando a su madre, con los ojos muy abiertos no sé si de asombro, de miedo o de ambas cosas .

Tenía entonces 28 años. Quizás demasiadas experiencias para esa edad en aquella época. Pero lo mejor es poder contarlo y que pasaran las cosas como pasaron.

Lo peor es, al día de hoy, el mal uso que de la democracia y del trabajo que se hizo entonces hacen ahora los políticos de tan escasa memoria que para acordarse tienen que hacer una ley que los lleva a 80 años antes.

Nunca entenderán lo que pasó entonces. Ellos se lo pierden, no pasaron malos momentos, pero tienen una vida muy pobre. Nosotros aún lo podemos contar y revivir con entusiasmo.

*Exdiputado del PSOE

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