Opinión | tribuna abierta

De biblias y motosierras

Una característica de la venganza es que contagia a los que rodean al vengador

¿Por qué cuando veo a Benjamin Netanyahu pienso en Javier Milei y cuando oigo alguna declaración del argentino pienso en el presidente del Estado de Israel? Le he estado dando vueltas porque, de entrada, no parecen tener nada en común, pero con un poco de paciencia y atención he encontrado el vínculo: ambos destilan venganza.

Netanyahu, con una frialdad calculada, justifica la mayor operación emprendida contra los palestinos no solo en el ataque terrorista perpetrado por Hamás el pasado 7 de octubre, sino en los textos bíblicos. Para ello, se remonta al Antiguo Testamento y a la descripción de los amalequitas, pueblo nómada enemigo de los israelitas que habría sido exterminado por mandato divino. Concluye que los palestinos, como enemigos actuales, ocuparían su lugar y compartirían destino.

Por otro lado, Milei, enarbolando furioso una motosierra, promete eliminar con ella todo lo que considera nocivo y pernicioso para su país. Engloba a la casta (todo político, sea del color que sea, que no esté de acuerdo con sus propuestas), suprimir los derechos de mujeres y minorías, las subvenciones estatales, la sanidad y la educación pública. Para ello implantaría un sistema económico de liberalismo salvaje, de sálvese quien pueda, en el que se privatizarían desde las calles hasta los trasplantes de órganos.

Según el diccionario de la RAE, venganza significa satisfacción que se toma del agravio o daño recibidos. Sorprende el término satisfacción al que, incluso en su polisemia, la RAE le otorga siempre significados positivos. De la definición de venganza se deduce que, además de implicar una respuesta al daño recibido, implica un efecto grato para quien la ejecuta.

¿Qué satisfacción obtienen los señores Netanyahu y Milei cuando enarbolan motosierras o citan a la biblia?

El primer ministro de Israel, acusado de corrupción antes del ataque de Hamás, mejoraría su posición política al dirigir la respuesta bélica y, al ampliar el territorio ocupando Gaza, ganaría popularidad y adeptos.

Sobre el aspirante a presidente de Argentina, aún no lo sabemos. Su conducta tan desinhibida, esa ostentación de la ira que parece que vomita todo el odio que ha debido incubar durante años, provoca admiración en los que se identifican con él y no se atreven a llegar tan lejos, aunque las medidas que propone vayan en dirección opuesta a los intereses de sus votantes. Esta paradoja parece ser una de las características de nuestro presente y no solo en Argentina. Quizá la satisfacción de Milei haya que buscarla en la notoriedad obtenida, pero no hay que olvidar a aquellos que recogerán los beneficios de sus propuestas.

Otra característica de la venganza es que contagia a los que rodean al vengador. Netanyahu lo consigue al apelar a objetivos colectivos y reactivar sentimientos de agravios en el pasado: el holocausto. Para ello no le importa igualar ese crimen a la agresión de Hamás que, por fortuna, siendo atroz, no es comparable. Milei, con su individualismo salvaje, aglutina a los ciudadanos más solos y doloridos, que quizá son multitud en un país cansado de crisis económicas constantes. Esa multitud a la que quiere desposeer de derechos porque la única ley válida es la del más fuerte y ellos, aunque no lo sepan, no lo son.

Sin embargo, la satisfacción de la venganza es efímera. El vengador sabe que ha generado enemigos a los que les ha mostrado qué hacer para producir daño. Sabe que la venganza, de la que han dado una muestra pública y palpable, no es privativa de los poderosos, se puede ejercer desde cualquier ámbito y esos enemigos pueden buscarle y encontrarle. Por ello se vuelve desconfiado y suspicaz. Siempre tendrá que estar vigilante, siempre al acecho de que el golpe dado con la motosierra o con la biblia no retorne hacia él. Además, con su rabia han alimentado al que han humillado, han sembrado en él la semilla de la venganza y eso hará que se repita, incluso que se perpetúe.

Rindiendo pleitesía a Netanyahu —como la mayoría de los dirigentes occidentales han hecho— o riéndonos de Milei tomándolo como un mal payaso, se facilita la dispersión de una violencia que nos puede alcanzar a todos, aunque no hayamos participado en ella. Por eso es importante denunciar lo que está ocurriendo en Gaza, no amparar el abuso de poder, defender los derechos que tanto ha costado conseguir, no equiparar justicia con venganza, dejar de disculpar lo injustificable y no mirar para otro lado ni caer en el silencio.

*Psiquiatra

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