Opinión | la curiosa impertinente

El Deseado

Antes del 23 J, la irrelevancia, que tanto daña al prófugo y a su causa, amenazaba a Puigdemont, había sido desposeído de su inmunidad parlamentaria en la UE, y solo atisbaba nubarrones. El escaso número pero decisivo valor de sus pocos votos para otorgar la presidencia, pese a perder el independentismo apoyo popular, trocó a su persona, hasta ahora menospreciada por sus delitos entre los partidos constitucionalistas, en el genuino Deseado. Tanto que Albares, con sus ademanes melifluos de cardenal renacentista, servilmente se ha apresurado a priorizar el catalán en la UE, anteponiéndolo al vasco y al gallego sin disimulos. Y aunque sea una incógnita si Sumar es una formación constitucionalista o no, Díaz fue la primera en inaugurar el carameleo con el huido, prodigándose para nuestra vergüenza y oprobio en aquellas imágenes humillantes de pelotilleo sumiso ante un escapado de la justicia española, al que su presidente y querido Pedro había prometido traer para que rindiera cuentas. De Sánchez, aunque no han trascendido sus cesiones, sospechamos con fundamento por su euforia que le dará lo que pida.

Y ahora resulta que, para estupor de tanta gente ingenua de la derecha entre la que me encuentro, el líder de la oposición también le hace ojitos al golpista, y le canta aquello de ‘no eres tú, no eres tú, no eres tú soy yo’, y menos mal que no ha añadido lo de ¡échame la culpa! como si Puigdemont no fuera el principal responsable del daño moral irreparable y la zozobra que sufrimos los españoles en aquellas jornadas espantosas y violentas del 1 de octubre, incluido el Rey, que ya se pronunció con valiente, definitiva y magnífica claridad. Y argumenta el gallego que, como no le miente, siente respeto por él. Respeto que, según la RAE, significa, en su primera acepción, veneración y acatamiento y en su segunda, miramiento y deferencia. En fin, que solo le ha faltado a Feijóo cantarle aquello de ¡tú no eres el malo que el malo soy yo!

Analizado todo lo anterior, solo se me ocurre una conclusión para terminar estas reflexiones: ¿estamos locos o qué?

* Profesora

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