Opinión | foro romano

El espacio clásico de Córdoba

Un paseo por lugares de la historia de la ciudad para escuchar el ‘Requiem’ de Mozart

Entras en la Mezquita una tarde de estas que enseguida se convierten en noche, oyes a la Orquesta de Córdoba y al Coro de Ópera Cajasur interpretar el ‘Réquiem’ de Mozart y enseguida te das cuenta de que te has metido en otro mundo: ese espacio encantado en el que te puedes encontrar con Cervantes y ‘El Quijote’, con Platón y su academia, con los Beatles y su ‘Let it be’, con Oriente y ‘Las mil y una noches’, con Atenas y su Partenón, con Beethoven y su ‘Novena sinfonía’ o con Mozart y su ‘Réquiem’. Es el espacio de los clásicos, que deben tomarse como modelo por ser de calidad superior o más perfecta, como los arcos de la Mezquita, que en el Mihrab llegan a una belleza tan sublime que su visión junto con el sonido de la música de Mozart nos transportan a la felicidad del séptimo cielo, al que pertenece este edificio vivo donde se integran de forma visible las capas históricas de las distintas culturas y civilizaciones.

Mientras suenan violines, violas, violonchelos, contrabajos, flautas, oboes, clarinetes, fagotes, trompas, trompetas, trombones y percusiones como timbales, platillos, campanas, tambores, xilófonos y maracas, en este milagro del arte califal, vemos ahí al lado también los códigos del gótico, del renacimiento y del manierismo, que en el siglo XXI se han convertido en clásicos, en una especie de paraíso del arte. Ahí enfrente, mientras suena el «Introito» del ‘Réquiem’, antes del «Ofertorio», el «Santus», el «Benedictus» y el «Agnus Dei», vemos el coro de madera del arquitecto ‘Pedro Duque Cornejo’, a veces un refugio de canónigos ausentes de las celebraciones, y lugar de ensayo de grupos de música sagrada. Y al obispo, ‘Demetrio Fernández’, que todos los años el Día de los Santos, el primero de noviembre, canta con la música del estilo clerical lo que le corresponde en esta misa. Salimos de la Mezquita-Catedral de escuchar la última misa escrita por Mozart, que murió en 1791, antes de terminarla, a un sitio clásico de la Córdoba que hay que preservar. Estamos en la calle Torrijos, por donde al caminar se puede apreciar el Palacio de Congresos -- que ayer y hoy ha celebrado una jornada de puertas abiertas para visitar el antiguo Hospital de San Sebastián, del siglo XVI, y la Casa Cuna--, y el Palacio Episcopal, donde el obispado ha recuperado el último edificio de la calle y ha colocado una terraza con vistas de altura a la Mezquita y con mesas y sillas para darse un homenaje. Volvemos para atrás y por la calle Medina y Corella entramos en la Filmoteca de Andalucía, que también se encuentra en lo que antes fue hospital de San Sebastián, donde el Día de los Difuntos, el jueves 2, echaban ‘La casa de las palomas’, aquella película estrenada en 1972, cuando todavía no se había muerto Franco, dirigida por Claudio Guerin, interpretada por Ornella Muti y Lucía Bosé y rodada íntegramente en Córdoba.

De siempre nos hemos preguntado en qué sitio estaba esa casa que en aquellos años levantó el morbo por ser escenario de una película tan atrevida para aquel tiempo. Hay que verla para determinarlo y, sobre todo, para revivir cómo era aquella ciudad de mitad de los setenta, cuando ya estábamos estudiando en Madrid. Te das cuenta que al director lo que le interesó fueron las dos protagonistas y su tacto de saber elegir lo clásico –ahora Patrimonio de la Humanidad- de esta ciudad de varias civilizaciones. Es un atractivo apreciar la intacta belleza de la calle de la Feria, que así se ha mantenido desde tiempos remotos, el escenario de buganvillas, escalones, cal, espadañas y cielos azules de la Cuesta del Bailío, o la serenidad de la plaza del Cristo de los Faroles, donde un ciprés se asoma a un firmamento que envuelve la religiosidad que aquí se siente mientras que Ornella Muti pasea la plaza con una compañera de clase hablando de amores. En uno más de los espacios clásicos de Córdoba.

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