Opinión | ENTRE VISILLOS

Abierto por obras

El Salón Rico vuelve a engrandecer la visita a Medina Azahara

Un mes después de que se reinaugurara el Palacio de Congresos de la calle Torrijos tras una década de gestiones, cuarenta y dos meses de trabajos y una inversión en torno a los 11 millones de euros, el próximo domingo 1 de octubre abrirá de nuevo al público la gran joya de esa caja de tesoros apenas explorada todavía que es Medina Azahara. Diversas fases de restauración a lo largo de trece años permitirán ahora mostrar el Salón Rico, la majestuosa estancia que fuera corazón del mundo bajo el esplendor de los Omeyas. Y tan excelente incorporación al itinerario, que se reordenará para hacer más cómoda la visita, aporta un aliciente de primer nivel a un conjunto arqueológico, declarado Patrimonio de la Humanidad en 2018, que aunque muy lentamente --ya se sabe que las cosas de palacio van despacio-- no cesa de proporcionar alegrías y de recuperar luces de aquellos tiempos en que Córdoba deslumbraba a Oriente y Occidente.

Pero precisamente por la lentitud que exige recomponer el puzzle endiablado de atauriques, para no demorar más la apertura del Salón Rico se ha optado por mostrarlo mientras prosiguen en él los esfuerzos por recuperar la decoración primitiva, aquella cosmogonía vegetal que los califas identificaban con el paraíso. O sea que por el mismo precio se podrá ver lo hecho y lo por hacer en la noble estancia del trono, donde además de seguir encajando las piezas ornamentales se repararán las cubiertas y se atenderá el muro oriental y la contrafachada. Esto va a exigir que en esta primera fase, a la que han puesto por título con cierto humor ‘Abierto por obras’, haya de mantenerse un cuidadoso control de las visitas --seis pases diarios en fines de semana hasta diciembre--, que ya pueden solicitarse en la página web de la ciudad palatina. Y ahí surge la pega. A juzgar por mi experiencia personal, y salvo que una sea la más torpe y cachazuda del universo en tales lides --que pudiera ser--, es dificilísimo llegar a tiempo al reparto on line de entradas para Medina Azahara, que ya venía programando interesantes rutas guiadas. A decir verdad, ni para eso ni para actividad alguna de las muchas encuadradas en el Otoño Sefardí de esta pasada edición --mi último chasco--, ni de ninguna otra; como también resulta tremendamente complicado, por citar un ámbito fuera de la cultura, cazar plaza a la primera en los viajes del Imserso. No digo que sea imposible, porque de hecho hay quienes lo consiguen, supongo que quedándose sin dormir para dar a la tecla del ordenador o del móvil cuando canta el gallo o, más expeditivo aún, haciéndose con un buen enchufe. Pero para mí es como la lotería, que siempre les toca a otros. Más probabilidades de apuntarme a esas visitas al Salón Rico o a las que sea veo si me tocan por sorteo que confiando en la inscripción previa.

Claro que mientras hay vida hay esperanza. Lo importante es que se haya abierto por fin el Salón Rico a la mirada pública, y ya habrá posibilidad de contemplarlo en esta fase de visitas, en la siguiente a partir de enero o cuando encarte. Algo que no puede decirse de momento del espectáculo nocturno del Alcázar de los Reyes Cristianos, uno de los pocos ganchos de la ciudad para retener al turista de ida y vuelta. Raíces, aquella pirotecnia de miles de puntos led que fue presentada a bombo y platillo el pasado noviembre, volvió a fundir a negro --el anterior montaje había permanecido apagado tres años-- antes del verano y así sigue, dejando a oscuras el segundo monumento más visitado de Córdoba. Y qué decir de la Biblioteca de los Patos, acabada hace una eternidad tras otra eternidad en obras y sin estrenarse. Pero eso no es un retraso, eso es un escándalo. Mejor olvidarlo paseando por Medina Azahara.

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