Opinión | la cafetera de aspasia

Visiones

«No tengo el enorme poder de Hildegard, mis ‘visiones’ son plásticas, conceptuales, artísticas»

Este verano he tenido la oportunidad de profundizar en una de las autoras más interesantes del medievo: la monja Hildegard von Bingen. Ella misma contó cómo en 1141, a la edad de cuarenta y dos años y siete meses, recibió una ‘luz’ del cielo que le hizo entender todos los Evangelios y otros volúmenes católicos. Obtuvo un conocimiento pleno. Además, recibió la orden divina (directamente de Dios) de escribir todo cuanto viera y oyera en esas visiones. El mismo papa Eugenio III envió una comisión para conocer el fenómeno y le autorizó en una carta para que registrara esas visiones, dando por válido ese conocimiento.

Semejante experiencia espiritual, una sabiduría extrema, una sensibilidad exquisita y una personalidad rotunda hicieron de ella una de las figuras imprescindibles del momento. Una de las mayores singularidades de sus visiones es que ella no perdía jamás la conciencia, tenía su visión ‘interior’ mientras estaba plenamente ‘despierta’ según ella. Los dibujos, las ilustraciones de estas visiones son maravillosos, al igual que la descripción del ritual que realizaba con sus jóvenes monjas (cercano a la ‘performance’) cantando salmos en la Iglesia.

No tengo el enorme poder de Hildegard, mis ‘visiones’ son plásticas, conceptuales, artísticas; imágenes que se manifiestan también en plena consciencia, aparecen como a todos los artistas plásticos, sin pedir permiso. Sin embargo, este verano español ha sido tan desquiciado que ha llegado un momento en el que he pensado estar inmersa en el medievo yo también, o estar viendo visiones, o estar delirando. A saber: señores del fútbol besando a jugadoras como si las mujeres estuviéramos en cualquier situación disponibles para gente como él, resultados electorales donde nadie puede gobernar, gobernantes de izquierdas poniendo a la venta el gobierno y la Constitución a señores que defienden la desigualdad desde la derecha nacionalista, ministras de Igualdad manifestándose por el beso futbolero pero sin decir ‘ni mú’ por la liberación o reducción de penas a violares, obras de teatro censuradas, ir a comprar aceite y desorbitarte los ojos su precio, ver cómo un señor compra un melón a nueve euros a principios de verano...

La verdad, que visto lo visto, casi que prefiero ver al Espíritu Santo y que me hable él como a Hildegard.

*Artista y profesora de la Universidad de Sevilla

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