Opinión | el cuerpo en guerra

Cuando el abuso mancha la historia feminista

En este país sólo usamos la bandera española sin ningún tipo de sesgo político cuando se trata de fútbol, cuando juega la Roja. Esta vez la Roja era un Nosotras. ¡Que hemos hecho historia, somos campeonas del Mundo! No nosotros, No-so-tras. Fút-bol fe-me-ni-no.

Este triunfo es posible gracias a las pioneras, a todas esas a las que llamaron «machorras» y siguieron jugando, las primeras que lo hicieron de manera profesional pero clandestina, a la oficialización de la Selección Española de Fútbol Femenino... y así hasta llegar al momento que presenciamos. Y es una conquista para todas las niñas de España, que ahora saben que pueden ser astronautas y ganar un mundial de fútbol. Se ha roto uno de esos cánones de género en algo tan crucial en nuestro país como el fútbol. Ya este deporte también va de nosotras y el fútbol femenino se convierte en tema digno de la conversaciones masculinas.

Al besar la copa del Mundial, se ha roto una barrera más en la conquista de la igualdad en nuestro país. El feminismo español escribió una nueva página en su historia. Y lo hacía hasta siendo televisado en programas presentados sólo por profesionales mujeres y con la Reina levantando la copa junto a las nuestras, entre abrazos, saltos y vitores, sin protocolos.

Sin embargo, el triunfo se topó con la realidad imperante y estuvo manchado una vez más por el abuso machista a una de las jugadoras. Su jefe le estropeó el mejor día de su vida a Jenni Hermoso cuando cogió con sus manos su cabeza y le plantó un beso en los morros sin su consentimiento, de repente. Y es vergonzoso que Luis Rubiales, presidente de la Federación Española de Fútbol, no fuera cesado en ese mismo momento ni que después sostenga un simple «seguramente me he equivocado». Que diga: «Aquí lo veíamos como algo natural, normal, pero fuera parece que se ha formado un revuelo» (admite la normalización del abuso machista y de poder por parte de la Federación, más tarde insiste en que «aquí dentro nadie le daba la mínima importancia») o «tengo que disculparme porque no me queda otra».

Madre mía, ¿cómo se permite todo esto? ¿Cómo una entidad oficial de esta envergadura puede emitir un comunicado así? Claramente, porque no hemos derribado ninguna barrera, que se ha comenzado a escribir una nueva página en el feminismo español con esta victoria pero a un alto precio.

*Escritora

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