Opinión | FIRMA INVITADA

Tres niños trans

Tras ser estudiados por un equipo en atención infantil, fueron catalogados de transgénero

A mediados de los años ochenta, atendí a tres niños de unos ocho o nueve años que acudieron al consultorio de Higiene Mental. Aunque procedían de ambientes muy distintos, tenían varias características comunes: no presentaban síntomas psicopatológicos, pero su conducta preocupaba a familias y maestros ya que no se integraban en los grupos de su edad, preferían jugar con niñas, eludían los deportes y actividades violentas, eran poco competitivos y los tres sufrían rechazo por sus compañeros en la escuela. Su respuesta variaba: uno apenas se relacionaba, se había aislado en un mundo difícil de acceder; otro era un gran lector y hablaba de forma tan culta para su edad que llamaba la atención; y el último reaccionaba exhibiendo las conductas que le criticaban con una desinhibición sorprendente: un día acudió a la escuela vestido de gitana y bailó sobre los pupitres. Cuando fueron explorados con pruebas proyectivas, aquellas que indagan de forma indirecta el mundo interno, los tres mostraron el mismo perfil: se sentían niñas, se identificaban con ellas. Ninguno parecía haberlo elegido, siempre habían sido así. Tras ser estudiados por un equipo especializado en atención infantil, fueron catalogados de transgénero, niños que no se identificaban con su sexo biológico y cuyas conductas, adaptativas o no, eran la respuesta al rechazo del ambiente. Se planteó como objetivo ayudarlos, a ellos y a sus familias, a aceptar su condición y a defenderse de forma que no les impidiera llevar una vida satisfactoria y equilibrada. En aquel tiempo no entraba en el horizonte valorar un cambio de sexo, ni siquiera de nombre, o que pudieran vestirse de niñas.

Desde entonces, la forma de contemplar a las personas trans ha cambiado mucho. El enfoque sanitario se construyó en principio en torno a las unidades de trastornos de identidad de género, dispositivos multidisciplinarios formados por endocrinos, psicólogos y cirujanos, a los que eran derivadas cuando solicitaban atención en la sanidad pública. Quince años más tarde se modificó el encuadre por otro llamado de cercanía: sería el médico de familia quien derivaría a los pacientes a los servicios que necesitaran (endocrino, salud mental o cirugía) según sus necesidades. Al mismo tiempo, no aceptar el sexo biológico dejó de ser considerado una enfermedad y desapareció de las clasificaciones de los trastornos mentales.

Desde el punto de vista legislativo, en 2007 se promulgó la primera ley nacional que permitía, bajo una serie de requisitos, el cambio de sexo legal a las personas transexuales. A partir de ahí varias comunidades autónomas, gobernadas por partidos de diferentes ideologías, aprobaron leyes reconociendo y ampliando los derechos de dicha población, sobre todo en torno a la autodeterminación del sexo legal. Estos enfoques han generado controversias, pero la promulgación de la llamada ley trans de 2023 ha agudizado y polarizado las posturas. ¿Contradice a las leyes de las comunidades autónomas que legislan sobre el mismo tema? No, la autodeterminación del sexo legal, tan denostada en los últimos debates, está presente en todas ellas y había sido autorizada por partidos que ahora la cuestionan.

Por otro lado, el movimiento feminista se ha dividido en dos grupos: el que está de acuerdo con la autodeterminación de la población trans y el sector anti trans, que opina que darle cabida originará una pérdida de los derechos alcanzados por las mujeres en los últimos años e incluso su borrado, sea lo que sea eso, y postulan su retirada. Este grupo no contempla que ser transgénero, estar en disonancia con el sexo biológico, no es una opción, ni un capricho, es una condición con la que se nace o a la que se llega por mecanismos que todavía no conocemos, como tantas cosas en la conducta humana.

Siempre he pensado que las leyes deberían servir para zanjar los campos de batalla y convertirlos en parques de convivencia. Las leyes anteriores a la de 2023 han contemplado la autodeterminación del sexo legal como un requisito necesario para normalizar a una población que, siendo baja en número, es muy vulnerable a la discriminación. Estas leyes, aunque incompletas, han facilitado la vida de las personas trans. ¿Habrá sido un espejismo, una ilusión evanescente? Entonces vuelvo a pensar en aquellos niños que conocí en los años ochenta, cuya condición no habían elegido, y me pregunto si habrán podido encontrar su lugar en el mundo, si se beneficiaron de una legislación que ahora, después de tan poco tiempo, puede ser abolida, o reducida, y les volverá a situar al margen, al fondo del armario.

*Psiquiatra 

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