Opinión | el alegato

Cuando el diablo se aburre...

El domingo pasado, subiendo a Trassierra por la carretera de la Albaida, en el vehículo que me precedía, el conductor llevaba su brazo fuera de la ventanilla y entre sus dedos portaba un cigarrillo encendido. Por descontado, tomaba las peligrosas curvas del recorrido, plagado de ciclistas, con la única mano que le quedaba libre. Con tal comportamiento ponía en peligro su vida, la del copiloto, la del resto de ocupantes de los vehículos y, por si fuera poco, la de todo el hábitat de nuestra Sierra Morena. Guardé prueba fotográfica de ello por si ocurría lo indeseable pero tardó poco en abordarme mi demonio letrado diciéndome al oído: ¿podrás demostrar que el cigarro iba encendido si el infractor lo negase? Y se impuso la presunción de inocencia.

Al día siguiente, subí a la azotea de mi vivienda a tender y, en una obra de construcción que se está llevando a cabo en una calle cercana, veo que un operario de la misma, ya entrado en años y pasado en kilos, se paseaba de un extremo a otro del tejado del edificio, sin cinturón de seguridad, sin ropa ni botas adecuadas y portando como único equipo de protección individual un sombrero de paja. Los resbalones que dio me obligaron a apartar la mirada en dos ocasiones ya que hubo un instante que temí una tragedia. Ganas me dieron de grabar la escena, más que nada por si ocurría un accidente, que quién resultase autor de esa falta de medidas de seguridad --por no entregarlas, si la empresa, o por no hacer uso de las mismas pese a tenerlas, si el trabajador--, no pudiera zafarse de las oportunas responsabilidades legales, pero regresó mi demonio togado y me interpeló: ¿Y qué legitimación tienes tú para denunciar estos hechos? ¿La de que lo haces por venganza por tenerte puesto el contenedor de obra en la puerta de tu casa y levantado todo el chino cordobés y parte de tu acerado? ¡Déjalo estar y que la Inspección haga su trabajo!

Me preguntarán ustedes qué conexión existe entre ambos acontecimientos salvo la de dar rienda suelta a mis diablos leguleyos aprovechando que mi querube judicial está de mes inhábil: que agosto es nefasto por darme tiempo para observar más de lo debido y meterme en camisa de once varas.

Lo del ERE de Podemos, despidiendo a la mitad de sus trabajadores por despidos objetivos, lo voy a dejar para mi Lucifer del próximo Alegato.

*Abogada especialista en Derecho del Trabajo y Seguridad Social

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