Opinión | EL ALEGATO

Y voté a Tito

Pese a la jornada de reflexión, me desperté sin tener ninguna certeza de a quién dar mi voto. Me fastidiaba entrar en el juego de unas elecciones convocadas por puro egocentrismo.

A eso de las 9.00 horas entró en mi móvil un vídeo que me sacó de mis cavilaciones. Era mi nieto, que con su media lengua me decía: «Vamos a votar a Tito» (Tito es como él ha decidido llamarse tras pasar sus padres nueve meses mirando artículos de revistas escogiendo el nombre más idóneo para un futuro premio nobel).

Fue ese el minuto justo de reflexión que necesitaba para decidir a quién votar:

Votaría a aquel partido político que cuando mis nietos, en edad adulta, decidan tener pareja, no hagan distinciones respecto al sexo elegido. Les reconozcan iguales derechos y no vean en ellos más que dos personas que han decidido comenzar una vida en común. Eso sí, no deberán condicionar su infancia y adolescencia con mensajes equívocos, generando dudas acerca de sus preferencias sexuales y alentándoles a realizar transformaciones tempranas en su cuerpo de las que más tarde puedan arrepentirse.

Votaría a ese partido político que respete la elección de los padres y tutores a la hora de elegir las escuelas a las que llevar a sus hijos y que no utilicen la libertad ideológica, religiosa y de culto proclamada en nuestra Carta Magna para adoctrinar al alumnado en el desprecio a los símbolos religiosos de ninguna confesión, porque esa libertad es uno de los derechos más íntimamente vinculado al desarrollo de la personalidad.

Votaría a esos que dediquen medios económicos a formar en desarrollo madurativo, sensatez y prevención sexual a los adolescentes. A aquellos que pongan sus esfuerzos en hacerles comprender que hay infinidad de métodos para mantener relaciones sexuales seguras, tanto para evitar embarazos no deseados como enfermedades de transmisión sexual. No daría ese voto a los que les preocupa más ofrecer talleres de autocomplacencia sexual (que eso se aprende solo. Ya con Franco sabían y no había manuales ni clases al respecto), ni a los que igualan el uso de un preservativo con la toma de la pastilla del día después o con un aborto inducido.

Votaría a quienes enseñen que la diversidad de raza, religión, ideológica, y hasta de tortilla de patatas con cebolla o sin ella, es el camino correcto...

Votaría a Tito.

* Abogada especialista en Derecho del Trabajo y Seguridad Social

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