Opinión | LA CAFETERA DE ASPASIA

Tamara

No, tranquilos. Ya tenemos bastante con la que tenemos encima con este calor inhumano en Córdoba y una campaña electoral nacional agotadora que parece ‘La historia interminable’... como para torturarles más con la boda de Tamara Falcó, aunque el tema tiene sus componentes artísticos casi ‘shakesperianos’: personajes nobles y de la noche mezclados, la infidelidad cruel y compartida con todo el populacho (nosotros), las rupturas y las reconciliaciones con boda inmediata... el drama del vestido...los drones volando dejando mensajes de amor de un novio entregado y arrepentido. En fin, que da (y me parece que va a dar esta historia) para varias novelas.

Pero hoy les quiero hablar de otra Tamara, la primera que yo conocí: Tamara de Lempicka, que también pertenecía a una élite social. Fue una pintora polaca, una de las principales artistas internacionales de lo que se denominó estilo ‘art decó’. Dicen que la llamaban ‘la baronesa del pincel’ (se casó con un barón en segundas nupcias), pero esto nos interesa menos.

Lo que sí nos interesa es cómo ella, mujer cultivada, rica y de éxito se veía a sí misma y a las demás mujeres que pintó. Cómo alguien con cabeza construye su mundo, no a través de prejuicios moños ni a través de las necesidades de otros. Con un par de pinceles se pintó en su conocido ‘Autorretrato en Bugatti verde’ en 1929, para una portada de los periódicos/revistas más famosos de la Alemania de aquella época (‘Die Dame’... nuestro ‘Hola’). Así, con sus manos en el volante, se mostraba dirigiendo su propio vehículo, en una pose absolutamente rompedora y alejada del rol de musa pasiva en la que habían momificado durante siglos a la mujer algunos artistas masculinos. Las figuras femeninas que pintó ella son figuras poderosas, elegantes, sofisticadas e independientes... mujeres-escultura, casi mujeres arquitectónicas. Incluso sus retratadas, cuando están tumbadas, aparentemente pasivas, tienen una fuerza poderosa.

Algo me dice que Tamara -Lempicka, por supuesto- se habría puesto ella misma los drones para escribirse en el cielo lo divina que era ella, ella y su pintura. Vestida, por supuesto, con una rabiosa elegancia.

* Artista y profesora de la Universidad de Sevilla

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