Opinión | COLABORACIÓN

Hace 40 años el «arco iris» llegó a Córdoba

Hay muchas cosas de las que Córdoba puede presumir. Una de ellas es contar con el primer centro en Andalucía que se creó dedicado a los toxicómanos. Era 1983 y la droga venía golpeando fuerte. La droga, la heroína en concreto, mató a más españoles y destrozó más familias, de manera silenciosa, trágica, porque ese demonio entraba en familias que a priori no tenían contacto ni cercanía con la heroína ni cualquier otro tipo de sustancia. Pero sobre todo golpeaba a los más desfavorecidos, en los barrios pobres, entre los quinquis, que se hacían más quinquis para poder pagarse el siguiente chute. Parece lejano aquel contexto y aquella España, pero la droga sigue estando presente y continúa haciendo el mismo daño. El germen de Arco Iris fue en 1983, en una pequeña finca, cerca de Hornachuelos, cuenta ahora con 9 centros, atiende en la actualidad a 120 personas de manera individualizada y ha prestado tratamiento a más de 5.000 en sus casi 40 años de existencia. Fueron pioneros también en ayudar a los niños heroinómanos, con un programa pionero creado en 1993 para chiquillos de 10 y 11 años que perdían la infancia y la vida de manera intravenosa.

El motor primero fue «un compromiso de fe cristiana», decía Alfonso Fernández Zamorano (Puente Genil, Córdoba, 1946) en una entrevista, que aportó en aquella semilla sus dotes personales. Lo demás, con ayudas públicas y privadas, vino rodado, «porque las recompensas son enormes cuando se ayuda al prójimo más desfavorecido, a los yonkis apestados, a las familias rotas, a las madres que sufren». La profesionalización, la experiencia y la fundación, a día de hoy, ofrece tratamientos de vanguardia y obtiene buenos resultados avalados «cuando el enfermo abraza de verdad la recuperación con compromiso». También con los años hay un uso más sofisticado de las drogas. Ahora la droga sigue haciendo daño, pero viste de marca y lleva un móvil de última generación.

Sobre los resultados habría que ver antes qué entendemos por rehabilitación, que no consiste en abstinencia total y de por vida sino cuando el individuo es capaz de mantener un trabajo estable, recuperar su papel en la familia o en la sociedad, sin descartar un consumo esporádico o continuado que reacciona y vuelve otra vez a la abstinencia, vivir como si no consumiera. Y eso, en la estadística mundial, supone entre un 10% y un 12%. En Arco Iris, al tratar con grupos pequeños, con un tutor y una psicóloga, aparte de las terapias de grupo que se hacen, el porcentaje de rehabilitación aumenta en torno al 30%.

Pienso que Alfonso, al que tuve el gusto de conocer, en los inicios de Hornachuelos, puede entrar en ese grupo de personas que hacen verdaderas revoluciones del corazón, y hacen realidad las utopías. Enhorabuena y gracias por los 40 años de servicio a Córdoba y Andalucía.

** Licenciado en Ciencias Religiosas

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