Opinión | colaboración

El Gran Capitán en el Gran Teatro

El Gran Capitán se ha unido a la conmemoración del 150 aniversario del Gran Teatro. Una confluencia planetaria. No se habrá sentido don Gonzalo Fernández de Córdoba muy ajeno a un coliseo cuya dirección postal es Gran Capitán 3, avenida en la que –pronto hará un siglo– se erigió su monumento ecuestre, más tarde trasladado a las Tendillas, donde sigue inamovible. Pero si su espíritu sobrevolase el lugar le habrá decepcionado el escaso eco que en papel impreso ha tenido el estreno en su tierra de la ópera Gonzalo di Córdova, tragedia lírica en tres actos con música del compositor gaditano Antonio Reparaz y libreto del italiano Luis Bertocchi, estrenada en el Teatro Saô Joaô de Oporto en 1857. 

La versión en concierto el pasado 3 de junio ha sido todo un acontecimiento musical saldado con gran éxito de púbico, aunque no de crítica, pues no ha existido, lo que sin duda habrá decepcionado al centenar de artistas intervinientes que, partiendo de cero, han aprendido, ensayado y puesto en pie la obra con brillantez en escaso tiempo, un esfuerzo titánico. Como se habrán desilusionado los descendientes del compositor Reparaz, que han volado desde Perú, donde residen, para escuchar la ópera estrenada por su antepasado hace 166 años, que no se había vuelto a escuchar desde entonces. Tampoco hay grabaciones, ni siquiera el sabio ‘san Google’ da cuenta de ella, salvo la rueda de prensa previa al estreno en Córdoba. 

El Gran Capitán ha vuelto a ganar una batalla póstuma llenando el Gran Teatro, en plena resaca de la Feria, con una ópera en concierto de abrumadora presencia cordobesa: la Orquesta de Córdoba, bajo la batuta de David Fernández Caravaca; la Orquesta Joven de Córdoba como banda interna; el Coro de Ópera de Córdoba, dirigido por Alejandro Muñoz; el director escénico Juan Carlos Villanueva, y los solistas Auxiliadora Toledano (soprano, encarnando a Zulema), Fran García (tenor, dando voz a Omar) y Javier Povedano (barítono, personificando a Alamar), poderoso elenco cordobés que completaban la soprano rumana Suzana Nadejde (Isabella), el tenor valenciano Jorge Juan Morata (Gonzalo) y el barítono granadino Andrés Merino (Lara). 

No ha sido ajeno a este importante rescate musical el ex director de la Orquesta Carlos Domínguez-Nieto, tan repentina e incompresiblemente cesado a raíz de un hecho anecdótico, aunque víctima, en realidad, de sus exigencias a los profesores músicos. Desde que ocupaba el podio como director titular, don Carlos nos regalaba todos los años en torno a la Feria una obra lírica relacionada con Córdoba, fruto de sus investigaciones en los archivos de la Sociedad General de Autores, como fueron los casos de las zarzuelas El Patio de los Naranjos, La Chiquita Piconera y otras. Pero esta vez apuntó más alto, a una ópera sobre el Gran Capitán –cuya partitura original se conserva en Oporto–, que el Instituto Complutense de Ciencias Musicales se ha encargado de rescatar y transcribirla a lenguaje musical moderno, incluido el soporte digital. Ha sido la herencia musical de un director con el que la Orquesta de Córdoba alcanzó altas cotas de calidad…, gracias a su exigencia. 

El autor del libreto, el italiano Luis Bertocchi, sitúa la historia de Gonzalo di Córdova en vísperas de la conquista de Granada por los Reyes Católicos, ambiente bélico en el que imagina una apasionada historia de amor entre el Gran Capitán y Zulema, hija del rey de Granada Muley Assen, en la que «el amor y la fe triunfan sobre la guerra y las brechas religiosas y políticas», como resumen sus rescatadores el hilo argumental, un mensaje que no ha perdido vigencia. 

Como no soy crítico musical no me atrevo a adjetivar ni valorar el nivel de los profesionales que han construido este monumento musical en escaso tiempo. Pero ante la primera audición de una obra desconocida suelo temer que lo nuevo pueda resultar duro al oído e incluso aburrido, cosa que no sucedió con esta ópera sin baches ni pasajes tediosos en la que se alternan romance y drama sustentados en buenas voces y una orquesta entregada, dirigida por una joven batuta cordobesa que está in crescendo. (¿Y por qué no tener en cuenta su nombre, David Fernández, como próximo director titular?). Por eso el público se entregó con los repetidos aplausos que jalonaron el concierto y la larguísima ovación final –lamento no haber cronometrado su duración– con que premió a directores, solistas, orquestas y coro. En los saludos individuales los aplausos cosechados por Auxiliadora Toledano confirmaron el crecimiento artístico de la joven soprano cordobesa. Escucharla de nuevo, en plenitud de facultades, revivió en mi memoria pasados éxitos en su tierra como aquel L’elixir d’amore que bordó con Pablo García López o su memorable mano a mano con José Bros en la Mezquita-Catedral, donde su gracia y desenvoltura interpretativa contrastaron con la mera técnica de una voz consagrada cuyo timbre recuerda al maestro Kraus. 

El Instituto de Municipal de Artes Escénicas (IMAE) facilitó el acercamiento a la obra con un excelente tríptico de gran formato en el que, además de las consabidas reseñas biográficas de director y cantantes, incluyó unas documentadas notas al programa firmadas por Manuel Pedregosa, con muchas claves para entender al autor Manuel Reparaz, que fue pensionado para perfeccionar sus estudios en Italia; que fue director de orquesta, barítono y empresario; que alternó su actividad en España con estancias en Oporto; que compuso seis óperas y veintitrés zarzuelas; o que Gonzalo di Córdova «es probablemente la primera ópera en la que ya se detecta en Reparaz una influencia decisiva de Verdi». Y es que en la temporada 1856-57, con tan solo veinticinco años, puso en escena ¡siete óperas de Verdi! Se comprende así la bien asimilada influencia verdiana, como queda patente en esta ficción amorosa protagonizada por el militar montillano. 

Cabe esperar que después del ingente esfuerzo desplegado por directores, músicos, cantantes y coralistas para aprender y estrenar en concierto una ópera de tres horas el feliz resultado no se limite a una única función, lo que sería un derroche desproporcionado. A ver si es posible repetirla aquí, de llevarla a Montilla –patria chica del protagonista– e incluso a Granada, pues en su cercanía, Santa Fe, se sitúa la acción. ¡Bravo a todos los artistas que la han puesto en pie con tanto éxito!  

*Periodista

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