Opinión | ELECCIONES MUNICIPALES 2023

Acerca de la nebulosa travesía del sufragio

Estamos cansados de palabras que no responden a realidades

Tengo la sensación, por no decir el convencimiento, de que este artículo no va a agradar a nadie porque opino, como Pascal, que «no se muestra la grandeza situándose en un extremo, sino tocando ambos a la vez». Sería osadamente arduo explicar la razón por la que me viene a la cabeza la película del director Manuel Gómez Pereira ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?, teniendo en cuenta que mis percepciones sobre el tema no tienen nada de divertido, pero, así de rondón y a vuela pluma, los animo a que recuerden cómo, en la cáustica cinta, cada uno arrima el ascua a su sardina y cada mochuelo se asubia en su olivo, esté o no en buen estado el pescadito y las ramas posean o no la suficiente densidad para cubrir -o encubrir- cualquier escotadura. Tendrán que disculparme que me refugie en el arte para interpretar los extraños vínculos a los que nos suponen sometidos porque hasta la literatura, ficcional y distópica, es más cabal que la política. Por muy audaces que fueran Madame Bovary o Ana Karenina, su arrojo se arredra ante la tamaña vanidad de algunos que no dudan en burlarse, como atarantados jovenzuelos, de la buena voluntad de los ciudadanos. Mesurado y prudente, uno se indigna contemplando el irrisorio espectáculo de la pedantería que visionamos y hasta toleramos al amparo de los poderes. Es un dislate que el bovarismo siga siendo enseña de tirios y troyanos, cristianos y moros, gibelinos y güelfos, disputándose sin pudicia el dominium mundi. Ya está bien de espejismos dogmáticos y escurridizos caballos de Troya. Rimbaud afirmaba que el lenguaje expresa la existencia pero no la crea. Estamos cansados de palabras que no responden a realidades, promesas que son solo fruto fatuo de un día. Decía John Fitzgerald Kennedy que si hubiera más políticos que supieran poesía y más poetas que entendieran de política, el mundo sería un lugar más grato para vivir. Pero no necesitamos héroes ni dioses. Solo mujeres y hombres comprometidos y honestos. La autoridad no es un don que pueda comprarse por más que subvivan hombres y mujeres que venden su alma al diablo para ocupar los escaños de algunos estamentos. No nos dejemos engañar, el movimiento se demuestra andando. Respeto a quien me respeta; y solo me interesa quien se ocupa y preocupa por el futuro de mis hijos, por la seguridad de su trabajo, por la frescura de su aliento. Sé que estas palabras no van a gustar a casi nadie pero, parafraseando al periodista mexicano Catón, tengo la esperanza -y doy gracias por ello- de que los muchos o pocos lectores que se acerquen a esta página sepan leer bien lo que yo no puedo escribir mejor.

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