Opinión | desde la periferia

¿El Papa responde?

El sumo pontífice ha sido entrevistado recientemente por diez jóvenes elegidos de la periferia

De un largo paréntesis de silencio entre la respuesta del principio y la respuesta del final calificaría yo la entrevista que los diez jóvenes elegidos le hicieron a Francisco. El silencio puede ser tenso o puede ser denso, pero eso poco importa si el silencio es honesto. El de Francisco fue honesto con una particularidad además: se convirtió en escucha atenta. Cuando no tienes respuestas a determinadas cuestiones tienes dos alternativas, o ignoras o escuchas. Francisco decidió escuchar porque, desde luego, determinadas respuestas no tenía. Atención, todos sabemos, o más o menos sabemos, que respuestas desde el ámbito más personal sí posee, pero el Papa no se representa a sí mismo sino a un colectivo que, ciertamente, se encuentra en horas muy bajas. Ya no pueden seguir engañando con lo cuantitativo, ya no cuela. De hecho, creo que seguir insistiendo en que el número de creyentes aumenta cada año supone un perjuicio más que un beneficio. Cuantos más creyentes haya tanto más se va a ir diluyendo lo que significa la comunidad eclesial. Las mismas cartas de Pablo, anteriores cronológicamente a los Evangelios, son un ejemplo de que el cristianismo tendría que organizarse en pequeñas asambleas o comunidades para recuperar el sentido original del mensaje, escueto eso sí, de Jesús de Nazaret. Sin embargo, la Iglesia católica, y a pesar de los esfuerzos desclericalizadores de Francisco, quiere seguir teniendo en el Vaticano el centro de poder y además pretende aún, cada vez con mayor fracaso, ofrecer un mensaje unívoco y unilateral que poco sirve hoy a un mundo tan diverso y diversificado como el nuestro.

Después de la pregunta inicial por el salario, en la que el Papa sabía a ciencia cierta que se sumaría un punto, y de la última intervención de la joven católica que, desde mi modesta opinión, ofreció un discurso excesivamente «romanticón» de su experiencia como creyente y añadiría además que casi de otro planeta, en el resto de las preguntas y de los testimonios lo mejor que pudo hacer Francisco fue ponerse a escuchar. Y que estuvo escuchando fue realmente evidente por los gestos y el rictus que, ante determinadas exposiciones, fue poniendo el máximo representante del catolicismo. Por cierto, no me creo en absoluto que el inquilino del Vaticano no sepa lo que es Tinder. No entiendo mucho de gestos del rostro pero me encantaría que mi amigo Eduardo, que de esto entiende un rato, me dijese si la mirada del santo padre no indica, en este caso, un alejamiento intencionado de la verdad. Tranquilo Francisco, saber qué es Tinder no te compromete en absoluto. Por supuesto, sabemos que no eres un usuario. Te aseguro que muchísimo más ha molestado a ciertos sectores de la Iglesia que te reúnas con nueve (no me he equivocado en el contar) jóvenes de la periferia que a nosotros nos hubiera molestado que sepas en qué consiste esta plataforma. Has hecho un esfuerzo y se te agradece enormemente. Ojalá que la Iglesia, organizada cada vez más en pequeñas comunidades que busquen realmente el espíritu del Nazareno, sea capaz, como tú, de ponerse a escuchar a este mundo, cuyas preocupaciones, cuya diversidad están, muy a menudo, demasiado distanciadas del mensaje obsoleto y, como he repetido más arriba, unilateral y unívoco que ofrece la institución a la que representas. A propósito, creo que Jordi Évole, uno de los productores, tendría que haber llamado a esta entrevista-documento «el Papa escucha».

*Profesor de Filosofía

Suscríbete para seguir leyendo