Opinión | CALIGRAFÍA

El Parlamento y la clase

Empiezo esta columna sin que haya terminado la moción de censura en la que Vox propone como candidato a presidir el gobierno a D. Ramón Tamames. A veces hay que hacer cosas en las que uno sabe que va a perder, bien porque sea lo más digno esa derrota, bien porque sea inevitable y también, en la entereza, en cumplir con el deber, se encuentre más identidad y dignidad. Lo aprendí en Filosofía del Derecho hace una cantidad de años innecesaria por completo de especificar: uno es algo cuando cumple con los deberes de serlo, no cuando ejerce los derechos que le corresponden. Según ese principio, un diputado es diputado cuando cumple con su deber -y lo hace bien- y no cuando ejerce sus derechos, que son consecuencia, o deberían serlo, de cumplir los deberes.

Pienso que esta moción de censura es una astracanada por completo innecesaria. Pienso que D. Ramón Tamames, con esto, mata el aburrimiento. Pienso que el Presidente Sánchez saldrá victorioso una vez más. Y pienso que debería causar cierto terror en el Parlamento que en una mañana una persona ajena ya a la política, hablando con educación, erudición y cierta técnica retórica muestre más poder de representar, jubilada y (en áurea expresión de Gonzalo Hidalgo Bayal) en la edad de los desguaces que, tal vez, el conjunto de sus señorías en toda la legislatura.

Pasa que el Parlamento es ya el foro menos exigente. Pide más cualquier otro que el que más prestigio debería tener. Se le pide más a un bachiller en una clase, a un concursante en un reality, a un funcionario en su puesto, a un opositor ante el tribunal y, en general, a cualquier ciudadano dirigiendo la palabra a otro, de negocio o de fiesta; que a un Parlamentario. El Sr. Tamames, ideología (la que sea) al margen (lo de la ideología es una mediocridad), tiene un curriculum de los de antes: oposición y tres cátedras antes de los 35. No parece un mal comienzo para subirse a una tribuna de oradores. En generoso respeto por nuestros diputados, no compararé la hoja de servicios de nadie con nadie.

La semana pasada discutía Marcos Santiago sobre delitos contra la seguridad vial en Facebook. Marcos es de las personas más educadas con los que saben menos que él de algo, y muy elegantemente fue aclarando su postura hasta que un espontáneo se puso a insultar. Marcos zanjó muy señor, pero me quedé pensando, y propuse el mismo tema de debate a mis alumnos de Delitos contra el Estado: tienen 20 años y debaten mejor que parlamentarios. Una clase es eso: un sitio en el que puede discutirse con profundidad y sin renuncias desde hace siglos, con más en común con un Bolonio de hace casi mil años que con un parlamentario de hoy. Son universitarios porque pueden aprender y escuchar lo contrario a su idea, sin profanarla y sin convencerse. No es sólo el resultado al que se llega: es pensar bien por el camino. Pide más una clase que un Parlamento, cosa triste.

Llega alguien de otra época y los diputados parecen algo pedestres. ¿Cumplir con el deber, todos, para cuándo?.

 ** Abogado

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