Opinión | BRISAS

Volteo de campanas gracias a la Unesco

«El arte del tañer manualmente las campanas acaba de ser reconocido como Patrimonio Cultural Inmaterial»

Tenía yo once años cuando acompañé a los monaguillos de la Iglesia de San Bartolomé en Baena, a subir a la torre de la citada iglesia. Me iniciaron en golpear con un badajo la campana gorda y otra más pequeña; instrumentos de metal en forma de copa. Antes llamamos a las puertas de la vecindad solicitando alguna comida para poder resistir los días 1 y 2 de noviembre, en ese tradicional menester. Aquella experiencia la recuerdo ahora que la Unesco acaba de reconocer como Patrimonio Cultural Inmaterial el arte del tañer manualmente las campanas. Los muchos pueblos españoles que continúan con esa tradición, en peligro de extinción de los campaneros, han echado las campanas alegres al vuelo por tal distinción. Hay que remontarse a varios siglos para conocer el uso variado de las campanas. Una frase en latín lo dice todo. He aquí la traducción: «Yo alabo al Dios verdadero, llamo al pueblo, reúno al clero, lloro a los difuntos, ahuyento a las nubes tempestuosas y doy lustre a las fiestas». Hubo épocas que se necesitaban 24 hombres para tañer una campana. Hay asimismo un tañer artístico casi musical, de varios campaneros y campanas. A diario sonaban las campanas en mi pueblo a Vísperas, al Ángelus y a la Oración. De niño se oía inesperadamente el sonido de las campanas y recuerdo aquella pregunta «¿Quién se ha muerto?». Era un sonido monótono que anunciaba al pueblo la muerte de una persona mayor. Así era ese tañer continuo, de mis amigos y yo, aquellos días 1 y 2 de noviembre. También recuerdo el alegre volteo de las campanas que anunciaban la muerte de un niño volando al Cielo.

*Periodista

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