Hace apenas un par de décadas, en cualquier viñedo de la Denominación de Origen Montilla-Moriles, las únicas mujeres que se podían encontrar en el campo eran las recolectoras. «Recuerdo que cuando empecé a trabajar, en el año 2002, aparte de la recolección, solo había una labor reservada a las mujeres del mundo del vino: la poda en verde, la que se hace en primavera, porque eran trabajos más delicados», recuerda Pilar Ramírez, técnica coordinadora especialista del Ifapa de Cabra y promotora de la primera Jornada de Mujeres de la Vitivinicultura Andaluza, que se celebrará el 3 de marzo.

Al calor del 8M, Día Internacional de las Mujeres, se organiza este encuentro en la localidad egabrense para dar visibilidad a las mujeres de un sector tradicionalmente masculino, con el objetivo de que sea «un punto de encuentro y puesta en común, y surjan nuevas colaboraciones», explica Pilar Ramírez, que espera que la cita se consolide.

Ahora, cada vez son más las mujeres que se dedican a la vitivinicultura, no solo en los laboratorios y en la administración, sino en toda la cadena de producción, distribución y venta. Sin embargo, como ocurre en otros muchos ámbitos profesionales, sigue siendo muy minoritaria la presencia femenina tanto en la dirección técnica de los viñedos como en los puestos de capataces de bodega. «Esos dos puestos todavía se resisten», reconoce la responsable del Ifapa. «Las que han llegado más lejos en este mundo son personas muy cualificadas profesionalmente y que se han preparado duro en la Universidad o en la Formación Profesional».

Entre el centenar de participantes y las ponentes de estas jornadas se encuentran jóvenes que se han hecho cargo de las empresas familiares y son la primera generación que accede a los puestos de dirección de sus bodegas. También doctoras en Química, ingenieras agrónomas y enólogas que han montado sus propios negocios de manera autónoma, o se han embarcado en iniciativas colectivas como la de la empresa Único, de Doña Mencía, cuyos trabajadores convirtieron un despido laboral en un proyecto empresarial de futuro.

Para la mayoría de ellas, el punto de inflexión en su vida laboral ha sido la maternidad y el reto más duro, afrontar a diario la conciliación. Ninguna habla de «machismo» en el sector, así sin ambages, pero todas ellas han sufrido, en alguna ocasión, el recelo de los hombres hacia su validez como profesionales. «Hemos tenido que demostrar el doble que los hombres que valemos», reconocen muchas de estas mujeres, que reivindican para su género cualidades como la organización y la tenacidad.

Las mujeres del vino

SILVIA BAENA RUANO

"A veces nosotras nos ponemos parapetos"

Silvia Baena. doctora en Química de Único Vinagres y Salsas, la primera empresa en lanzar al mercado el vinagre al Pedro Ximénez, de Doña Mencía, admite que el del vino «siempre ha sido un mundo de hombres» y que también a ella le han preguntado por «el químico» cuando la química era ella. Pero más allá de eso, en su carrera profesional no ha tenido problema alguno por el hecho de ser mujer y ha visto cómo la revolución en el sector ha venido de la mano de la profesionalización y la Universidad. «Trabajar en una empresa pequeña, en la que todos hacemos de todo, también ayuda -reconoce-. Mi trabajo no es solo de doctora, porque lo mismo embotello que filtro, barro o llevo los papeles de la trazabilidad. Desde ese punto de vista, hago lo mismo que mi jefe, pero él no tiene los conocimientos que yo tengo». Lo que sí piensa es que las mujeres, por el solo hecho de serlo, aportan más disciplina y planificación al trabajo. «Somos más disciplinadas y por eso, desde el punto de vista de la producción, somos mejores», dice para puntualizar que, a veces, «somos nosotras las que nos ponemos parapetos».

Silvia Baena Ruano.

ÁNGELA PORTERO

"He seguido el trabajo de mi padre"

Ángela Portero es responsable del Aula de Viticultura del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Montilla-Moriles y asesora de agricultura ecológica y sostenible. Ingeniera agrónoma de formación, Ángela siguió la estela familiar en este mundo. «En mi experiencia laboral he tenido mucha suerte. He seguido el trabajo de mi padre, su trayectoria, por eso, quizá, haya estado más respaldada en este sentido, he podido conocer mejor el sector y quiénes forman parte de él, que si llegas de nuevas», explica. «En general, el mundo del vino siempre ha sido un mundo de hombres, aunque creo que es algo ya superado porque cada vez hay más mujeres», asegura. Como técnica, su trabajo consiste en adelantarse a las plagas, estar en permanente comunicación con los agricultores y emitir un boletín periódico en el que se refleja la situación del campo. Además, Ángela lleva jornadas y asesora a los agricultores que se lo demandan. «Siempre me ha atraído el medio ambiente y he estado preocupada por cómo mejorar el entorno, creo que mi pasión por el trabajo me viene por ahí, además de ser una tradición familiar», reflexiona.

Ángela Portero.

ÁNGELA JIMÉNEZ

"Hasta mi generación no había habido mujeres"

«Hasta mi generación no había habido mujeres en la familia que se hicieran cargo del negocio», relata Ángela Jiménez, responsable de viñedo y enoturismo del Lagar Los Raigones, en Montilla, una empresa familiar que hunde sus raíces en seis generaciones. «Las mujeres de mi familia se habían quedado en casa, al cuidado de los niños, pero los tiempos han cambiado y ahora mi hermana y yo estamos a la par con mi hermano». Ángela recuerda que su padre «a quien quería enseñar» el negocio era a su hermano, pero que ella siempre «se enganchaba» a esas lecciones. Con los años, su padre terminó necesitándola y ella, tras una decisión personal (dejó atrás su otra pasión, las Bellas Artes), decidió coger las riendas del negocio: «Opté por quedarme y me alegro muchísimo». Sabe que sigue inmersa «en un mundo de hombres», pero dice que en sus 15 años de experiencia nunca ha tenido problemas. «Quizá he tenido que demostrar más que un hombre, eso sí -asegura-, y sigue habiendo pocas mujeres que dirijan bodegas». Ángela tiene dos hijos, de 11 y 14 años: «Me pude permitir estar con ellos sus dos primeros años, pero lo difícil sigue siendo conciliar».

Ángela Jiménez.

CARMEN REQUENA

"Cuando nació mi hijo dije: ¿Qué hago, cierro?"

Carmen Requena, enóloga, dueña de la vinacoteca Tierra de Vinos y autónoma, reconoce que su mayor felicidad, haber sido madre, ha sido también su mayor problema laboral. «Cuando nació mi hijo me dije: ¿Qué hago, cierro?», asegura que pensó tras comprobar que las ayudas que hay «no son realistas y que, en mi caso, se lo chupaba todo el alquiler del local». «Lo vi todo muy negro, o puedes contratar a alguien o cierras». La suerte y la ayuda de su familia hicieron posible que Carmen encontrara un nuevo local para su vinacoteca y pudiera dejar el alquiler. «Al final pude disfrutar de mis 16 semanas de baja y mi negocio no se vio afectado porque en medio pilló la mudanza y el verano y todo salió redondo, pero ¿qué hubiera pasado si eso no ocurre? ¿O si en vez de un buen embarazo tengo que darme de baja?», reflexiona esta mujer, que se reconoce feminista y que habla de los «micromachismos» y no tan micros con los que le ha tocado lidiar en su vida profesional: «El típico distribuidor que te ve y te pregunta por tu jefe o por el encargado, o aquella entrevista en la que me dijeron que le gustaba mucho mi perfil pero en hombre».

Carmen Requena.

ROCÍO MÁRQUEZ

"Las únicas mujeres eran las recolectoras"

Rocío Márquez, bióloga y enóloga, es directora técnica de Bodegas Robles, además de presidenta de Vinavin. Onubense de nacimiento, esta enamorada de Córdoba está convencida de que, con la unión, las mujeres son más fuertes. «Cuando empecé, hace 17 años, las únicas mujeres que había eran las recolectoras», recuerda. «Al principio me resultó duro tratar con los capataces, por ejemplo, pero supongo que porque yo también estaba muy verde», comenta. Rocío Márquez cree que las mujeres tienen que aprender a moverse «en un mundo de hombres» y es consciente de haberse tenido que esforzar más para brillar. «Lo que más cuesta es ganarte el respeto, que escuchen lo que dices más que quién lo dice». Rocío es responsable de los controles de calidad, la maduración de la uva, la producción, la promoción de los vinos... «Las mujeres somos muy variadas en la enología. Mejoramos el producto», dice quien está especialmente satisfecha de que en Bodegas Robles se viera con anticipación la importancia de los vinos ecológicos, «algo que ha costado que la gente comprenda y que ahora sí se valora».

Rocío Márquez.

PILAR RAMÍREZ

"Los que venían a los cursos eran hombres"

Pilar Ramírez, doctora ingeniera agrónoma, técnica coordinadora especialista del Ifapa de Cabra y promotora de las jornadas, ha visto cómo en los últimos 20 años ha cambiado mucho el sector de la vitivinicultura. «Cuando llegué al Ifapa como profesora, todos los que venían a los cursos de poda, riego o injerto eran hombres», recuerda. Ahora estima que al menos el 30% son mujeres. Como profesional, Pilar asegura que siempre la han acogido bien en el mundo del vino, al que llegó por casualidad, y atribuye más cierto «recelo» de los viticultores hacia ella en los comienzos por su inexperiencia más que por una cuestión de sexo. «Salvo excepciones y ciertos comentarios, nunca he tenido problema», señala. Como técnica coordinadora del Ifapa, su trabajo consiste en dar asistencia técnica a las empresas y particulares, formación, así como experimentación e investigación, enfocada en varias líneas de trabajo como la adaptación de las técnicas de cultivo para mejorar la rentabilidad de las explotaciones, la diversificación de los productos y evaluar formas de cultivo respetuosas con el medio ambiente y la adaptación al cambio climático.

Pilar Ramírez.