Y llegó, después de dos décadas de que se propusiera en serio por primera vez, el momento de cambiar la ubicación de la Feria de Nuestra Señora de la Salud. El parque de El Arenal ya estaba listo (es un decir, porque se terminó un año después de lo inicialmente planificado y requirió obras extraordinarias) y en la Feria de 1993 el cartel anunciaba que se trataba de un ciclo «A caballo de El Arenal». Por fin en 1994 se celebró la primera feria en el parque periurbano, eso sí, con cierta mirada de añoranza por La Victoria desde entonces.

Una década casi feliz (y comparadas con las posteriores, así fue), con las Olimpiadas en Barcelona y la Expo en Sevilla. En el fondo, quizá Córdoba quería con su expansión en El Arenal emular esos saltos hacia la modernidad que transformaron urbanísticamente a las otras dos ciudades. De hecho, la nueva estación, la llegada (y parada) de la Alta Velocidad y la reforma del Plan Renfe respaldaban esta sensación de adentrarse en el futuro.

Banderas llegaba a Hollywood, había revistas para adolescentes con titulares subidos de tono (las cosas que se manejan a esta edad con los móviles de hoy eran inimaginables), Jesulín de Ubrique ejercía de sex-simbol, los programas de Tele 5 hoy serían acribillados por sexistas en las redes sociales, Marta Sánchez cantaba en una fragata española en el Golfo Pérsico… Porque, claro, en el mundo ahí estaba la primera Guerra contra Saddam Hussein (más que contra Irak) de George H.W. Bush, que dejaría la tarea final a su hijo una década después. Progres y conservadores en España coleccionaban piedras del recién caído muro de Berlín (averigüe usted cómo llegaban esos pedruscos desde Alemania), Chile volvía a la democracia y en Sudáfrica Mandela salía de la cárcel para ser poco después presidente.

En ese contexto de cambio radiante, del que daba cuenta Diario CÓRDOBA, en 1991 la Feria era ya modernamente insostenible. Estaba la cuestión sanitaria de control de los espacios, las molestias de vecinos, que en ocasiones tenían a un cacharrito dando vueltas a dos metros de su ventana, el caótico tráfico de toda la ciudad, 95 casetas cuyo montaje y desmontaje alargaban los problemas, aglomeraciones en peligrosos puntos (el estrecho pasillo entre la noria y el Meliá con 100.000 personas pululando en la Feria no tenía nombre), la atención de emergencias… Incluso ambientalmente, aunque por entonces no se usase tanto este concepto, el que existieran pozos negros en Conde de Vallellano (y que los árboles siguieran cayendo incluso años después debido a la contaminación que pudrían sus raíces) ya lo dice todo. 

Y eso que era una Feria siempre fresquita y hasta romántica, con muchos bares cercanos de apoyo, que permitía seguir la fiesta a cualquier hora desde el mediodía hasta la madrugada y también, es cierto, accesible andando para la mitad de la ciudad…

En fin, que cuando llegó el momento de mudarse a El Arenal los cordobeses acogieron hasta con entusiasmo el cambio, pero si, como con las hijas de Lot, los que mirasen hacia atrás se convirtieran en estatuas de sal… ¿Quién no sería parte de una inmensa salina?

LA calle del Infierno | Momento relativamente tranquilo de la Feria de 1992, en República Argentina, con ‘manteros’ vendiendo productos. FRANCISCO GONZÁLEZ

El caso es que llegó 1994 y había muchas dudas de si los cordobeses aceptarían la nueva ubicación. Pero hasta los más reticentes y nostálgicos reconocieron la mejora y cierto orgullo de una nueva Córdoba que ya estaba modernizándose con el Plan Renfe… Otra cosa fueron los años posteriores al estreno de El Arenal, en los que la falta de arbolado (la gran crítica de 1995), el calor de 1996, el barrizal de 1997 o los atascos de tráfico en busca de un mínimo aparcamiento hasta el fin de la década demostraron que aún quedaba mucho que hacer en la Feria como, quizá consideraron también muchos en esta década cambiante, en la ciudad. Al menos así lo decidió el pueblo soberano eligiendo a la primera Corporación municipal de derechas en la época democrática, presidida por Rafael Merino, justo en las urnas del día siguiente de un segundo sábado de la Feria de 1995 de insufrible polvo y polillas.

Fue una etapa hasta 1999 en la que, junto a mejoras estrictamente técnicas de El Arenal (como la creación de la calle de Enmedio, microaspersores para bajar la temperatura o la adecuación de espacios con jardines tras retirarse dos decenas de casetas), se produjeron otros cambios como la regulación de los horarios para cerrar casetas al público en general. Comenzaba la sangría de casetas desde las 175 del primer año en El Arenal, en 1994, hasta las 140 de final de la década, con un repunte en 1999 (184 casetas), que demostró que no había negocio para tantas carpas. El volumen de la música se disparó por la noche y aumentaron los incidentes, por otra parte más rápidos de asistir debido a la facilidad del recinto para emergencias. Al respecto, hay que citar la accidentada edición de 1999, donde falleció el responsable de la Feria del Ganado al vadear el río a caballo; o la del 2000, con diez heridos en la rotura de la atracción Destroyer y choques de tráfico con víctimas mortales en el entorno del real.

La Feria, tanto en los últimos años de La Victoria como en los primeros de El Arenal, albergó sin duda la mejor década de conciertos juveniles, con muchos grupos consolidados tras la movida o con la Muestra Pop-Rockera, mientras que gracias a la estructura de El Arenal se podía disfrutar mejor del encuentro de globos aerostáticos, pasacalles, los fuegos artificiales, el tren neumático, un más controlado paseo de caballos… La portada, por fin, tuvo protagonismo frente a las otras de La Victoria, que pasaban ya casi desapercibidas. La década la cerró en Los Califas el triunfo de José Tomás y Manuel Díaz, pero también en el 2000, con la aplicación de la moderna normativa zoosanitaria, ya era inviable la Feria del Ganado, obligando a la desaparición de este evento, la razón de ser de la Feria de Córdoba desde el siglo XIII y que apenas seis décadas antes aún era una cita ganadera de primera magnitud regional.