Sin rastro de resaca, resucitó El Arenal, listo para su penúltima fiesta. Abrió los ojos poquito a poco, sin prisas y de buen humor. Arrancó la jornada con gracia, salero y mucha marcha, la que destilaba la Caseta Municipal, donde las voces de Los Amigos de Gines, que ahora cumplen cuarenta años, pusieron en movimiento los volantes de multitud de mujeres. "Sueña la margarita con ser romeroooooo". Oooolé.

La temperatura era ideal. Nubes y claros dieron lugar a soles y sombras con brisas leves que reinaron todo el día para convertir el recinto ferial en un marco incomparable donde echar con los amigos un buen rato. Por una vez, daba igual parar en un sitio con aire acondicionado o sin él, lo que democratizó mucho el ambiente y llenando casetas que a la hora de más tostanera resultan de lo más dolorosas. A la hora de comer, la bulla era la justa y necesaria en un viernes de feria. Casetas animadas, pero sin la ordinariez que siempre implica la masificación. Un gusto. Se podía masticar, conversar, oír música y bailar sin agobios. Y eso que familias al completo se encopetaron para despedirse de El Arenal, antes de irse a la playa, aprovechando que los niños no tenían cole y que el día estaba fresquito.

Se palpaba en el ambiente una mezcla de cansancio y melancolía anticipada que lucía sobremanera entre la multitud de caballos y carruajes que se dieron cita en las principales calles del real. "¡Tiempo, detente! Es tan grande el vacío que mi alma siente", parecían pensar los viandantes al darse cuenta de que estaban viviendo la víspera del último día de Feria. Jinetes a los que no les faltaba un perejil y cocheros vestidos de gala alternaron ayer con los viandantes tanto en la calle Guadalquivir como en la de Enmedio, que ha acabado este año por convertirse en la más frecuentada por los visitantes. No es de extrañar. Vestida de blanco y azul, se ha convertido en la más glamourosa de las calles de la Feria. Igual sería buena idea uniformar también el resto de las calles con los tonos de la capitalidad.

Al salir del real, camino de la portada, me encontré en la caseta Puerta Nueva con Pepi y sus amigas, fieles seguidoras de la fiesta tanto de día como de noche, que me contaron que este año han visto más famosos en la feria que otras veces. "Anoche (por el jueves), vimos en Sercolu a Finito de Córdoba y a Rafi Camino, que vinieron después de la corrida del torero". No fueron los únicos que acabaron fotografiados por Pepi y sus secuaces. "También vimos a Joaquín Cortés, el bailaor, en Los Saharauis, con un montón de amigos gitanos". Cuando salía del real, sonaba en una caseta otra de los de Gines: "Algo se muere en el alma". Con los pelos como escarpias, me monté en la Selva Encantada. Más fresca que una lechuga, enfilé el puente de Miraflores... Hasta mañana.