Mayo festivo

Ruta 5 de los Patios de Córdoba: 'Voyeurs' y exhibicionistas en el legado andalusí

El recorrido por la Judería y San Francisco es el más extenso de todos, con 16 recintos visitables

Ruta 5 de los patios de Córdoba, Judería y San Francisco

A. J. González

Rafael Verdú

Rafael Verdú

Los andalusíes nos legaron un rico patrimonio cultural e histórico que hoy hace las delicias de miles de personas a diario, millones al cabo del año. La Mezquita es el mejor ejemplo, con sus casi dos millones de visitantes el año pasado. Debemos además al pasado árabe el entramado urbano característico de la ciudad, con intrincadas callejuelas y recovecos, que aún puede verse en la Judería especialmente. De haber sabido que mil años después los turistas no cabrían en las calles, quizás los arquitectos andalusíes habrían diseñado una medina de amplias avenidas con esquinas en chaflán. Pero entonces Córdoba no sería Córdoba, sino el Ensanche de Barcelona. Y ya hay demasiadas ciudades así. Gracias, andalusíes. 

Los patios también se deben al urbanismo árabe, aunque ya existían en la domus romana. Eran el principal -o único- desahogo de una ciudad sin apenas espacios abiertos públicos, que por algún sitio tenía que respirar. Ahora se muestran al público medio centenar de estos recintos particulares, pero en Córdoba quedan miles. Lo saben los turistas de la Judería, que alcahuetean en cada puerta tras la que ven un jardín, aunque sea un hotel, una histórica sinagoga -este miércoles sin colas, que se habían trasladado al patio de la misma calle-, un restaurante, una iglesia, un colegio, viviendas cuyos propietarios no quieren saber nada de la Fiesta de los Patios...

'Voyeurs' y exhibicionistas

Para cuadrar el voyeurismo del turista con el exhibicionismo del propietario de un patio a concurso, es necesario un rasgo que también procede de la herencia andalusí, o al menos así nos hemos empeñado en verlo: la convivencia. La famosa Córdoba tolerante de las Tres Culturas. Sin ella, los caseros y los visitantes de esta Fiesta de los Patios no se llevarían bien. 

Un ejemplo de ello es el de Carola, una alemana que lleva media vida residiendo en Andalucía, con 25 años ya en Córdoba, de la que se enamoró precisamente por "su legado andalusí de convivencia". Lleva tres años participando en el concurso con un bello y escondido patio cerca del Museo Arqueológico, en Julio Romero de Torres, 5. Aún conserva un muro del siglo X, en plena época califal, y otras estructuras medievales.

Maese Luis 22

Patio de Maese Luis 22, en la ruta 5. / A.J.González

Para Carola, "es este espíritu de convivencia el que impregna los Patios, donde antes se convivía para las duras y las maduras". Recuerda la propietaria de la casa que antes se obligaba a los obreros a convivir en espacios muy reducidos en torno a los patios; hoy la gente vive en casas-patio "porque se quieren mantener, y yo quiero que sea un patio vivo". Lo es, y para que siga siéndolo Carola soporta con paciencia y resignación cuando los turistas curiosean en las estancias privadas. "Son gente de fuera que no saben que esto es una vivienda particular. Los cordobeses son muy respetuosos y aprecian mucho que abramos nuestras casas", explica.

Compensación de un año de trabajo

Tampoco le pesa el trajín a Flori, hija de la propietaria del patio de Maese Luis, 9. Para ella y su familia, la Fiesta de los Patios es en realidad un premio a un trabajo de todo un año. "Es la compensación por estar todo el año trabajando a diario. Este patio está todo el tiempo así, salvo en la época de floración", declara. Como a todos los cuidadores, les gusta exhibir el resultado de su esfuerzo aunque sólo sea durante dos semanas al año.

Sus visitantes salen muy contentos de este recinto de arquitectura moderna que lleva casi 40 años en el Concurso. Alaban su buen gusto y el extremo cuidado, y "no le regalan la oreja", confirma la controladora. 

Calles abarrotadas

Mientras, en la calle Judíos los turistas se agolpan a la puerta del patio del número 6. Es una de las principales entradas al Centro histórico y a la Mezquita, y eso se nota en la enorme cantidad de público, incluso para ser un miércoles. Allí, Basilia atiende a sus visitantes también con mucha paciencia, a pesar de que los turistas no siempre respetan las sencillas normas y a veces se rompe un tiesto o una flor. Entonces, explica Basilia, "te pones de mala leche, pero te tienes que aguantar porque para eso abrimos". ¿Será eso la convivencia andalusí?

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