Se durmió el Barça. Se durmió el líder. Se durmió de manera inexplicable encajando la primera derrota de la temporada en la Liga ante una ambiciosa y osada Real, que supo remontar el 0-2 en una soberbia segunda mitad aprovechando la expulsión de Piqué. Era un partido para liquidarlo en la primera parte con 0-4. A los dos goles de Messi y Pedro se sumaron dos palos de los mismos protagonistas, con lo que la Real encontró un halo de vida cuando parecía agonizar.

En Anoeta, el Barça entra en un misterioso triángulo de las Bermudas donde no hay explicaciones para desaparecer siempre de la misma manera. Al inicio, dominó el encuentro con tal autoridad que se lo creyó. Demasiado. Lo vio tan fácil, producto de su buen juego, que no pensó en la caída posterior.

SUBITO DESPLOME Ese gran comienzo no le sirvió de nada porque la Real, con el gol del Chory Castro, al filo del descanso, entró en el partido como más quería. Y la Real de Montanier, un equipo atrevido, valiente, con clase, respetuoso con la pelota, jamás se rindió, pese a ir perdiendo 0-2 a los 24 minutos. Y eso que Messi, algo insólito en él, necesitó dos ocasiones para marcar el primer gol. Luego, con un Barça más mentiroso, con Xavi, tal quarterback de la NFL norteamericana, oteó a Alves en la banda derecha, que estaba libre porque Pedro se había ido al centro. O sea, el lateral haciendo de extremo. Y el extremo de nueve. Así llegó el 0-2. Todo parecía controlado. En un desajuste defensivo, ya cuando agonizaba una excelente y emocionante primera mitad, el Chory Castro batió a Valdés y encendió los focos de la esperanza en Anoeta, que se quedó en tres ocasiones a media luz porque se vino abajo la electricidad. Desajuste porque Alves le dio demasiado tiempo y, sobre todo, espacio al delantero uruguayo para armar la pierna izquierda. Ahí empezó otro partido con el recuerdo de 2-2 de la pasada temporada, tras otro cómodo 0-2 y casi acabaron perdiéndolo. Y, claro, sucedió. De nuevo, el mismo error. Pero ayer con la derrota como castigo.

EQUIPO ROTO CON 10 Con Pep. Y con Tito. Nada cambia en Anoeta. Contribuyó la expulsión de Piqué, que vio dos amarillas (una como Kaká, o sea por ponerse delante de la pelota, y la otra por una falta), por lo que el Barça se quedó con 10 durante más de media hora. La valentía de Undiano enseñando tarjetas a los azulgranas se transformó, no se sabe por qué, en cobardía cuando tenía delante a jugadores de la Real. Tal vez, por eso le perdonó a Iniesta la segunda. Pero no sirve de excusa porque fue el Barça quien se autodestruyó. No mató el partido cuando era suyo. Y acabó lamentando su compasión.

AGIRRETXE SENTENCIA Montanier, un técnico moderno, percibió la evidente fragilidad del líder, sacó a Ifrán, Pardo y Agirretxe, amontonando munición, mientras Tito apenas movió el banquillo: Mascherano, de manera obligada para hacer de central, por Cesc y Adriano por Pedro, ya para perder tiempo. El daño de verdad ya estaba hecho. Y, al final, la Real encontró premio a su esfuerzo, una recompensa más que merecida porque el Barça se hizo, de nuevo, pequeño. En cuatro días, ha recibido cinco goles. Pinto encajó dos del Málaga y Valdés, tres de la Real. Y siempre en el último instante, síntoma de debilidad.

Tan solo Iniesta, mientras Messi se apagaba en la segunda mitad y a Pedro no le quedaban más piernas, se veía con energía para levantar al equipo. A cada minuto que pasaba la Real era mucho más grande y el Barça se diluía. Media hora de fútbol no le bastó. Una hora de entrega y pasión quedó coronada por el gol de Agirretxe. El líder es humano.