Hubo una época en la que el Córdoba padeció un inacabable mal de amores: un amante suspicaz devorado por los celos de otros futbolistas, las infidelidades de los árbitros, la manipulación desde los despachos, el victimismo, la inseguridad... el miedo. En definitiva, una confabulación temible que cada año lo colocaba a un paso leve del descenso a Segunda División B. Hasta que el pragmatismo se apoderó de él. Las teorías de connivencia dieron juego hasta que Lucas Alcaraz convirtió los partidos en sesudos tableros de ajedrez. En casa ganaban las blancas, ayer la partida con el Nástic acabó en tablas (1-1). Pero el Córdoba siempre puntúa.

La tarde tonta comenzó antes incluso que el propio partido: soporífero y prescindible. El técnico blanquiverde no fue hábil en los primeros movimientos, probó a ser productor: los enroques de Javi Flores y Arteaga --por ser lo más visible desde las alturas-- en su línea de actuación fueron inútiles, de banda a banda, y hasta perjudiciales en la defensa del marcador, porque obligaron a un sobreesfuerzo a los peones del lateral. El primero, en otro tiempo rey de las fichas blanquiverdes, la joya de la corona, ya no luce ni tan siquiera de torre. Su mano ejecutora, el técnico, tardó sesenta largos minutos en darse cuenta del desequilibrio del que partieron muchos de los problemas del equipo --estructurales no personales, porque Javi Flores no fue el peor, sino uno más en medio de una mala tarde-- y para entonces el Córdoba ya iba 0-1. El otro, estuvo desconectado del juego la mayor parte del tiempo. En realidad en su equipo no hubo juego, ni ritmo, ni ideas, ni intención salvo proteger el punto del inicio. Al menos, el extremo sevillano protagonizó el gol de la catarsis. A él, enloquecido por la culminación, le costó la expulsión tras ver la segunda tarjeta amarilla por acudir a festerjarlo con la grada del fondo norte. Al equipo, quizá, los tres puntos, porque iba desbocado hacia la victoria y con uno menos no pudo. Los otros dos compañeros de brega fueron Pepe Díaz y Asen. El de Almodóvar se mantiene en su nivel de exigencia, es pulcro, cumple; el madrileño, ahí sigue corriendo.

No hay nada peor que dar pasos atrás, obligados o no por las circunstancias, pero el caso es que ayer la zona de definición del Córdoba estaba formada por hombres de ese tiempo de rasgos paranoicos y persecuciones arbitrales, hasta que llegó la desconexión del 60. Una especie de mayo con José Vega y Juanjo, y un poco más tarde Savoia, el punta deuvedé que convence y contagia.

En el análisis previo falta lo sustancial: el césped. La hierba de El Arcángel devasta toda opción de jugar bien al fútbol. Lucas Alcaraz y César Ferrando se quejaron del campo, impropio una vez más por más mimos que reciba. Lo que ofrecía era una colección de pompones de tierra seca mezclada con césped, que se levantaban al paso de los muchachos. Quizá por culpa del pobre envoltorio Javi Flores mandó a la grada su disparo de bienvenida a la segunda parte, tras una buena acción de Jorge Luque (46´). O gracias a ese último bache que sorteó el balón pegó en el palo y no entró en la red, en el minuto 6, tras la pifia de David Lopes, que dejó solo a Roberto para marcar.

DE PIFIAS Y CAMBIOS El relevo del pivote Jorge Luque por José Vega no fue entendido en el minuto 60 por la afición, que silbó la decisión del entrenador. Ayer muy cuestionado en la grada. Tampoco se entendió demasiado bien la torpeza de Raúl Navas en el gol del Nástic de Tarragona. Acostumbrado a los actos heroicos, el portero gaditano se estiró a por el balón como recién desperezado de la siesta, que ni llegó a un balón que se coló pegadito al palo derecho de su meta. Rubén Navarro, en el minuto 54, la empaló desde la izquierda y puso el 0-1 y la desilusión en una afición más aburrida que en el páramo de Rulfo.

El Nástic llegó a Córdoba con buenos números fuera de casa, una colección de primeras en su plantel y mucho oficio. Demostró que con muy poquito se puede hacer mucho daño en El Arcángel; que lo logrado hasta ahora por el equipo de Lucas Alcaraz solo ha sido fruto de un esfuerzo generoso y colectivo y no por la calidad del equipo de casa; que si se imprime un carácter ganador, se puede llevar las riendas del partido e incluso ganarlo con comodidad. El equipo de Ferrando, sin demasiados alardes, estrelló un balón al palo en la primera parte, tuvo dos remates claros y un gol anulado. Enfrente, el bagaje del Córdoba antes del descanso fue tan pobre como su fútbol antediluviano. Un abuso constante del balonazo, pases breves e indecisión. Errores no forzados de todo pelaje y condición.

Después de la ducha, que les hizo más falta por el calor del ambiente que por el ritmo del partido, todo cambió a raiz de las sustituciones. Lucas Alcaraz fue el primero en moverse y sacó a un pegacentros por la banda como es José Vega y a un rematador nato, Juanjo, que muestra que está en mejor estado de forma del que pregona su técnico. Sin embargo, no fue hasta la entrada de Savoia por David Lopes, un delantero por un central en el minuto 73, cuando el Córdoba empezó a añadir argumentos de más peso ofensivo que se tradujeron en ocasiones. El fútbol directo entró en escena. La primera, acto seguido, con un posible agarrón a Pepe Díaz en el área. Después, el equipo de casa rondó el área tarraconense con más sentido hasta la acción del gol de Arteaga. Fueron precisamente José Vega y Savoia los que iniciaron la jugada, que culminó muy hábil el atacante sevillano, que colocó el definitivo 1-1. Sería por los minutos en que se produjo, rondando el final, o por el despertar a una tarde de desánimo, pero lo cierto fue que el cordobesismo celebró el empate como si fuese otro triunfo.

Ficha técnica:1 - Córdoba:

Raúl Navas, Gerardo, Gaspar, David Lopes (Savoia, m.73), Agus; Javi Flores, Rueda, Jorge Luque (José Vega, m.60), Arteaga; Pepe Díaz y Asen (Juanjo, m.60).

1 - Gimnástic: Rubén, Fachán, Jorge, Mayrata, Mingo, Medina, Bauzá (Parri, m.89), Campano, Walter, Roberto (Morán, m.65) y Rubén Navarro (NGal, m.79).

Goles: 0-1, m.54: Rubén Navarro; 1-1, m.85: Arteaga.

Árbitro: Hevia Obras (colegio castellano-leonés), que expulsó al cordobesista Arteaga por doble amarilla (m.87), mientras que amonestó Gerardo por el Córdoba, así como a Fachan, Rubén, NGal, Mingo y Morán por el Gimnastic.

Incidencias: Partido de la octava jornada, disputado en El Arcángel ante 9.953 espectadores, con terreno de juego en irregulares condiciones.