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Jaén Morente, el retrato humano de un exiliado

Manuel Toribio García reúne en un libro el legado epistolar del cordobés

«Quiero que sea como un broche a los casi veinte años que llevo de investigación», señala el autor

El historiador, político e intelectual cordobés Antonio Jaén Morente.

El historiador, político e intelectual cordobés Antonio Jaén Morente. / CÓRDOBA / Efe

Álvaro Vega (Efe)

El historiador, político e intelectual cordobés Antonio Jaén Morente dejó un legado epistolar que ha permitido perfilar a su biógrafo, Manuel Toribio García, su retrato más humano en Antonio Jaén Morente. Guerra y exilio, el trabajo con el que cerrará veinte años de estudio sobre la figura del diputado constituyente de la II República. El libro, que saldrá en octubre de la mano de Ediciones Todoverso, pretende ser un acercamiento «al hombre, al ser humano, en el exilio», un Jaén Morente que «sufre porque quiere volver a España y no puede», señala Toribio.

«Quiero que sea como una especie de broche a los casi veinte años que llevo de investigación y divulgación de la obra y la vida de don Antonio Jaén», recalca, en lo que pretende ser el término a una intensa dedicación a su figura y una suerte de pase de testigo a otros investigadores que, como los que han seguido su estela, prosigan descifrando la casi inagotable madeja que supone el legado del político republicano.

Manuel Toribio, autor de ‘Antonio Jaén Morente. Guerra y exilio’.

Manuel Toribio, autor de ‘Antonio Jaén Morente. Guerra y exilio’. / CÓRDOBA / EFE

Para Manuel Toribio, catedrático de Historia de instituto como él, hoy ya jubilado, Jaén fue «un héroe, un héroe que lucha contra todo tipo de adversidades, un hombre de acción que viajó por los cinco continentes, un republicano convencido, un buen hombre». Y parte de esta proyección se las dan las cartas que durante estos años ha ido encontrando en diversos archivos, el familiar, hasta junio del pasado año en Estados Unidos, atesorado por sus nietas Cristina y Magdalena Gorrell Jaén Guimaraens, y ya custodiado en el barrio en el que nació y vivió y del que deseaba salir para ser enterrado, anhelo que Antonio Jaén no pudo cumplir al morir en 1964 en Costa Rica.

Otras están también en Córdoba, en el Archivo Provincial, en los fondos del historiador y archivero José de la Torre del Cerro y de la familia Romero de Torres, con epístolas con Enrique y Angelita, pero también se encuentran en la Fundación Pablo Iglesias, donde está la correspondencia con Luis Jiménez de Asúa, vicepresidente de la Cortes Constituyentes de la II República, o también en la Biblioteca Nacional, donde se encuentra la de Concha Lagos.

La amalgama epistolar de Jaén Morente pasa también por otros exiliados, como el periodista y narrador aragonés Fernando Alloza, en 1949 en República Dominicana; el periodista y político cordobés Fernando Vázquez Ocaña, en 1945 en México; o el ingeniero de caminos cordobés Rafael Delgado Benítez, en 1947 en Caracas.

Se escribe también con personajes con los que ha tenido relación por la política, como con el embajador de Panamá en Cuba en 1943, Belisario Porras, o el jefe de la casa del Duque de Barcelona, Ricardo Mérito, que, con motivo de agradecerle su pésame a Juan de Borbón por el fallecimiento del infante Alfonso en 1956, le escribe que «no olvida tu ayuda en 1936».

Sus amigos de Córdoba

Pero, sobre todo, se cartea con sus amigos de Córdoba, que con más o menos afección al régimen golpista se quedaron en la ciudad a la que él sólo pudo volver una vez tras salir en julio de 1936 (el pronunciamiento militar le pilló en Madrid en una sesión de las Cortes Republicanas). «Desesperado», como lo define en el libro aún en pruebas Toribio García, «escribe a sus amigos de Córdoba», Vicente Ortí Belmonte, José María Rey Díaz, Rafael Castejón, Enrique y Angelita Romero de Torres y José Manuel Camacho Padilla, este último a su destino forzado en Baeza (Jaén) tras ser depurado como tantos otros enseñantes.

«Ansioso espera las respuestas -escribe Toribio-, envía artículos a Córdoba que no se publican, la lejanía se acrecienta en la soledad y la desdicha». El autor no solo da paso a conocer el contenido de las misivas, muchas de ellas ya abordadas en anteriores tratados, sino que analiza también sus circunstancias, como las que vivió en Quito, Ecuador o el regreso de su esposa, Carmen Domingo, a España, a la que no volverá a ver.