De la generación que revitalizó el rock de garaje a principios de la pasada década ya poco queda. The White Stripes acaban de anunciar su separación. The Hives no publican disco desde el 2007. The Libertines han vuelto a punto muerto. Quedan, pese a quien pese, The Strokes, quienes publican el martes su primer trabajo en cinco años, Angles. Principalmente a ellos debemos el renovado interés por las guitarras en la música popular del siglo XXI, así como el uniforme de chaqueta de cuero, pantalones pitillos y bambas Converse. Sin The Strokes no existirían The Libertines ni Arctic Monkeys. No inventaron nada, pero en aquel ya clásico Is this it (2001) supieron resucitar la herencia del rock''n''roll de los 70 (The Velvet Underground, Iggy Pop & The Stooges) con pegada inusitada y carisma indiscutible. El regreso de The Strokes parecía obligado, sobre todo porque debían dos discos a su discográfica. Las informaciones sobre su complicada creación, con los miembros grabando sus partes por separado y Casablancas enviando las voces por mail, parecen haber perjudicado a la recepción inicial de Angles; se habla de desconexión y de frialdad, dos conceptos mortales para un grupo que en su albor hizo bandera del hecho de grabar todos juntos, en directo, en la misma habitación. Pero, en realidad, Angles no está nada mal. El grupo nunca había adoptado los sonidos sintéticos con tanto dinamismo y hay un puñado de canciones para recordar (Taken for a fool, la bailable Games o la reggae Macchu Picchu).